VIEJO BAR DE LA ESQUINA



VIEJO BAR DE LA ESQUINA

Cuantas historias se habrán contado en tus mesas chiquitas, cuantas risas y sonrisas habrás visto, viejo bar de la esquina. ¿Cómo ha podido la gente triste, venir aquí a depositar su dolor? ¿Qué misterio encierran tus paredes? que sos el remanso del caminante, o el huracanado viento del oeste, que voló el sombrero del tanguero. Es la magia. Es la magia, que de golpe entra por tu puerta entreabierta de vidrios pequeños, esa por donde se asomó el enamorado del corazón roto, o el amante furtivo, alegre de su conquista vana. La magia que entra por donde quiere, o cuando quiere y todos los que están dentro de tu vientre, viejo bar, la sienten, la sufren, la gozan. Con tu raído toldo, otrora verde del frente, que protegió al mendigo aquella noche de lluvia y que también cobijo al viejo sabio, cansado de sobrevivir, o al novato en amores, que creyó que su Julieta, era aquella del balcón. Y tus luces, las del interior, que se niegan a iluminar ciertos rincones, donde reposa la locura abandonada y que espera nuevo dueño. O de la otra esquina, donde se le cayeron los versos al poeta frágil y oculto. Y aquella guitarra, ésa colgada al fondo, al lado del perchero, que nadie sabe quién la toco alguna vez, ni tampoco quien allí la olvidó. Viejo bar de la esquina, que nunca te inauguraron, que nadie vio tu terreno baldío, que siempre fuiste y sos.



Rolando José Di Lorenzo

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