EL JUSTIFICANTE PERFECTO-
EL JUSTIFICANTE PERFECTO — Fabio Morabito
"Escritor es aquel que se enfrenta como
nadie al fracaso de escribir y hace de ese fracaso, por decirlo así, su misión,
mientras los demás, sencillamente, redactan", dice el autor en esta nota.
Me fascina
la anécdota de aquel hombre a quien su mujer le pidió que escribiera un
justificante para su hijo que había faltado a la escuela. Mientras ella se
apura en los preparativos para salir con el niño rumbo al colegio, el hombre
lucha en la mesa del comedor con el justificante: quita una coma, vuelve a
ponerla, tacha la frase y escribe una nueva, hasta que la mujer, que está
esperando en la puerta, pierde la paciencia, le arranca la hoja de las manos y,
sin sentarse, garabatea unas líneas, pone su firma y sale corriendo. Era sólo
un justificante escolar, pero para el marido, que era un conocido escritor, no
había textos inofensivos y aún el más intrascendente de ellos planteaba
problemas de eficacia y de estilo. Quise escribir el justificante perfecto,
confesó el hombre en una entrevista. En efecto, escritor es aquel que se
enfrenta como nadie al fracaso de escribir y hace de ese fracaso, por decirlo
así, su misión, mientras los demás, sencillamente, redactan.
Podemos
estirar esa anécdota e imaginar a alguien que, soga en mano, a punto de
colgarse de una viga del techo, se dispone a redactar unas líneas de despedida,
toma un lápiz y escribe la consabida frase de que no se culpe a nadie de su
muerte. Hasta ahí va bien la cosa, pero decide añadir unas líneas para pedir disculpas
a sus seres queridos y, como es un escritor, deja de redactar y se pone a
escribir. Dos horas después lo encontramos sentado a la mesa, la soga olvidada
sobre una silla, tachando adjetivos y corrigiendo una y otra vez la misma frase
para dar con el tono justo. Cuando termina está agotado, tiene hambre y lo que
menos desea es suicidarse. El estilo le ha salvado la vida, pero quizá fue por
el estilo que quiso acabar con ella; tal vez uno de los resortes de su gesto
fue la convicción de ser un escritor fallido y tal vez lo sea, como lo son
todos aquellos que pretenden escribir el justificante perfecto, que son los
únicos que vale la pena leer. Escriben para justificar que escriben, la pluma
en una mano y una soga en la otra.
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