EN QUE ESTARÁ PENSANDO ---Relato

¿EN QUE ESTARÁ PENSANDO? 

Rolando José Di Lorenzo    

  
   Salí de casa temprano, era sábado y el sol ya estaba a pleno, estaba terminando el verano, se acercaba el comienzo de las clases.   Corría el año 1960 y casi todos empezábamos el segundo año, como es costumbre, lo primero que hice fue mirar hacia la esquina de la canchita, que quedaba a cuadra y media de mi casa y allí, apoyado sobre un palo que sostenía el alambrado estaba el Morcilla, solo, quietito, parecía metido en algo muy suyo.   “¿En que estará pensando el Morcilla?” Me dije y lo primero que se me cruzó, fue el problema que tenía en su casa; él me lo había contado. Sus padres eran muy exigentes, al mismo tiempo que lo cuidaban al máximo, lo presionaban; el pobre siempre trataba de no equivocarse, se tenía que cuidar la ropa, no ensuciarla y mucho menos romperla, los zapatos, los útiles, la bicicleta, lo tenían acosado.             
   Era un poco descuidado y bruto, pensándolo bien, los viejos no se equivocaban mucho, pero igual me parecía demasiado, además se notaba que él estaba mal con eso, el pobre Morcilla lo sufría.  Para mí, esa mañana habría tenido alguna discusión en la casa y habría salido temprano y estaba esperándonos.
   Cuando comencé a caminar hacia la canchita, me gritó el Negro Ferretti, que también iba para el mismo lado, me detuve y lo espere, en eso el Negro mirando hacia la esquina me dice:
— ¿Che, aquel no es el Morcilla?  Se levanto temprano – y siguió con su reflexión – ¿que le pasara? ¿En que estará pensando?
—  ¿Y a veces nos pasa a todos no? Algún problema tendrá — le respondí
— Si, me imagino que es lo que lo tiene mal— me dijo— seguro que es lo del colegio y el comienzo de las clases; porque ayer salió mal en Matemáticas y se la lleva previa
— No lo sabía — le dije —eso es jodido, sobre todo para decirle a los viejos, que son bravos
   Me lo imaginé a la salida del colegio con el bochazo encima, caminando hacia la casa, buscando alguna justificación, alguna explicación.    Se había quedado en tres para marzo, yo sabia que las otras dos las había aprobado, pero no sabía, que ayer había dado la tercera y había perdido. Capaz que los viejos lo habían sentenciado y le prohibirían las salidas o algo así.  Mientras pensaba yo en esto, escucho que el Negro me dice:
— Allí viene el Gordo Mancuzzo
El gordo venia tranquilo, cantando, con cara de contento, justo cuando llegaba a donde estábamos nosotros y luego del saludo; lo vio también al Morcilla y dijo:
— ¿Se cayo de la cama aquel no?  — Indicando con una levantada de cabeza hacia la esquina. Nos miro con una expresión de importante y largó:
 — Me imagino lo que le pasa, ¿vieron que anda metido con la flaca de la panadería, la que atiende el mostrador, que vive en el departamento de arriba del negocio?
— Si, que esta rebuena — soltó el Negro – ¿y eso que tiene que ver?
— Tiene – siguió el gordo — De pura casualidad me enteré ayer a la tarde, que la flaca esta remetida con un tipo grande, un viajante, que le vende al panadero la harina y anda con él
— Pobre Morcilla, eso si que es jodido  — me adelanté diciendo.
Cuando estábamos en esto, nos sorprendió Alfredito, que venía del mismo lado de donde estaba el pensativo, saludo con cara de preocupado y continúo:
— Recién pase por la vereda de enfrente de donde esta el Morcilla, le iba a hacer una joda, pero ni me vio — Dijo con cara de intrigado
—  Si, todos estamos en eso — salto Carlitos  — No sabemos qué le pasa
— Para, yo sé lo que le pasa — corto con gesto de importancia Alfredito
Todos lo miramos en silencio y con caras expectantes y al unísono lo apuramos con el tema
 — Ayer me contó el flaco Donazo, el que anda en el reparto de vinos con el viejo, que le apareció un medio hermano al Morcilla
—  ¿Como y el otro medio donde esta? — Largo con cara de gracioso Carlitos
—  No, no jodan con esto que es grave, parece que se armo un quilombo bárbaro en la casa, los viejos se quieren separar.
 — A bueno, eso sí que es jodido, pobre tipo —dije con toda la preocupación del mundo.
   Entonces todos comenzamos a caminar hacia donde estaba el pobre desgraciado, en esos momentos el más castigado por esta vida de mierda. “Siempre le toca a alguno la mala” pensaba, como estábamos a una cuadra y media, llegamos enseguida, en realidad no sabíamos que cara poner, ni que decir
 — Hola Morci – saludo el Negro
 — Hola — casi grito, sorprendido, como saliendo de un sueño — ¿Cómo andan?
   El saludo había sido el habitual,
—  ¿Qué te pasa?, te vemos mal, solo, distraído —  Se adelantó el Negro
 — Pasa que se me pincharon las dos gomas de la bici y no tengo un mango para los parches—  Nos miramos todos y al mismo tiempo, empezamos  a reírnos como locos
— ¿Eso es todo? Anda… juntamos entre todos y listo — Fue el grito casi unánime,  cubierto por las risas.

   Otro día, que parecía mal parido, seguramente se convertiría en alegría.

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