EN LA PLAYA José y el Negro, habían quedado en encontrarse a la tarde, en el lugar de siempre: Marechiare, el bar, que era más que un bar, era para ellos una especie de segunda casa. Habían recorrido muchos boliches y ninguno estaba como antes, habían cambiado los dueños, los nombres, las decoraciones, pero debajo de todas las pinturas, seguía siendo el mismo de siempre. Porque el alma de ese bar no se fue nunca, soportó decorados, cortinados, luces, maderas, pero siguió dando vueltas y vueltas, quizá como el alma de todas las cosas, siempre esta. Y un pedazo del alma de cada uno de ellos, se había mezclado hace mucho y para siempre con la del viejo bar. José salió bien temprano caminando de su casa, acostumbrado a caminar todo el día, un poco porque le hacia bien y otro poco para sacarse el aburrimiento de encima. No hacía frío ni calor, estaban en primavera, era una linda tarde, con poco viento y algo soleada...