futuro — Rolando José Di Lorenzo, Omar Chapi & Ada Inés Lerner
M, oficial
de seguridad de la zona 55 del asteroide, detuvo la moto voladora frente a su
vivienda, una esfera metálica que permanecía flotando a unos 20 centímetros del
piso. Miró a su alrededor antes de entrar, se veía una fila de esferas
brillantes, que le hacía recordar a un largo collar de perlas, que había visto
en una antiquísima foto. La puerta se abrió de forma automática, había llegado
el momento de descansar un rato. Al poco tiempo y antes de arrojarse en la
bolsa de aire que además de contenerlo, lo cobijaba y confortaba, comenzó a
sonar la alarma de su comunicador. Un nuevo hecho delictivo y ya eran muchos en
los últimos días. No le dejaban descansar. Había graves enfrentamientos entre
bandas compitiendo por el tráfico de una nueva droga; ya sumaban más de 10
muertes. Montó en la moto que en total silencio salió disparada hacia el lugar
del conflicto. Se adentró en la zona como una sombra, no encendió las balizas
ni la sirena para no provocar la huida de los vándalos; sin embargo cuando
llegó al lugar, habían huido dejando una estela de destrucción a su paso.
Revisó con
cuidado la escena, tendido junto a la acera había un herido, se acercó con
cautela, pero no pudo evitar que éste se causara la muerte; era su ley, en su
mundo nadie podía ser atrapado vivo, porque eso significaba el fin de la red de
contrabandos. Bastaba con que su cerebro tuviera un hilo de vida y una
computadora, a través de un sistema ultrasensible de escaneo cerebral, lo
descifraba todo en una película que terminaba revelando los secretos de la
banda. Más allá había otro cuerpo, lo miró bajo las sombras, apenas se movía.
De pronto, un ligero sonido lo hizo detenerse, le habían tendido una emboscada.
M, lanzó una señal de alarma y velozmente desenfundó su arma pero un proyectil atravesó
su pecho dañando circuitos que lo dejaron inmóvil frente a su adversario,
desprotegido sintió como el otro, al que no podía ver lo conectaba a un sistema
de circuitos y M fue testigo vivo e involuntario de su traición. Ya no servía a
su grupo 55, cuando cayó avergonzado, sintiéndose traidor e inútil, sin futuro
– “al menos lanzó la señal de advertencia” ---
y se autodestruyó en cinco segundos.
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