El hormiguero — Ada Inés Lerner, Rolando José Di Lorenzo Adelaida Pichardo Querales

El hormiguero — Ada Inés Lerner, Rolando José Di Lorenzo Adelaida Pichardo Querales


Las hormigas marchaban como de costumbre, nada las detenía ni les torcía el camino. El jardinero luchaba día tras día contra ellas, parecía que ningún producto las eliminaba. Solo le quedaba su último intento, su enorme secreto, su descubrimiento de empequeñecerse le daría la posibilidad de meterse en los vericuetos del hormiguero y destruirlas desde adentro. El hombre, esa noche tomó su pócima disminuyendo su talla hasta reducir su tamaño. Caminó entonces lentamente hacia la boca del hormiguero. Vestido de negro, al principio no se fijaron en él porque los machos no llevan antenas en codos. Aunque sus ojos pueden detectar movimientos, las hormigas son de visión muy corta, de modo que nuestro impostor pudo pasar desapercibido, observar su organización social, la capacidad de modificar hábitats, su aprovechamiento de los recursos. Lo peor llegó cuando lo descubrieron defendiéndose con sus fuertes mandíbulas y su aguijón. Muy dolorido, cobijado en un recoveco del hormiguero, obligadamente hubo de permanecer un tiempo inmóvil, sólo observando. Sin darse cuenta, permaneció distraído por el continuo trajinar de las hormigas, lo que ocasionó en el hombre una progresiva modificación de perspectiva: las hormigas contribuían a mantener un cierto orden de plagas en su jardín, detalle no visto enceguecido como estuvo por los certeros anuncios de pesticidas. Arrepentido, decidió replantear su plan de ataque. Esperó nuevamente la noche para regresar a casa, esta vez, habiendo comprendido que somos todos imprescindibles dentro del sabio orden planetario.

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