El cambio de Don Facundo—Rolando José Di Lorenzo & Omar Chapi
El cambio
de Don Facundo—Rolando José Di Lorenzo & Omar Chapi
La gente del pueblo se preguntó en aquel
tiempo, que podría haber pasado con Don Facundo, qué lo había hecho cambiar
tanto, desde su forma de ser hasta su aspecto. El hombre había sido alto,
elegante, bien vestido, tanto así que las señoras del pueblo lo seguían con la
mirada fuera a donde fuere. Luego, de un día para otro, Don Facundo
desapareció, bastante tiempo; más un día lluvioso de Junio, tres años después,
reapareció; muchos no lo reconocieron, pero los que lo hicieron no tuvieron
dudas de que era él, es más, algún vecino atrevido le preguntó con seriedad si
era o no el hombre desaparecido y confirmó su identidad, pero no contó nada de
su sucedido. Todo quedó envuelto en el mayor de los misterios y casi el único
misterio del pueblo. Don Facundo ya no era tan apuesto como antes, además había
cambiado el carácter, estaba reconcentrado, taciturno y muchas veces mal
educado, si podía pasar desapercibido mejor y apenas respondía a los saludos
cuando ya no tenía otra escapatoria. Las mujeres aún le seguían con la mirada a
donde fuere, pero se notaba que extrañaban al hombre que antes fuera. Pero
había algo extraño en él, que solo los perros de barrio podían darse cuenta,
cuando pasaba cerca gruñían amenazantes, incluso intentaban morderlo. Algo
extraño traía aquel hombre, pero no lo supieron hasta aquella tarde. Los
habitantes del pueblo estaban reunidos en la plaza, había gran jolgorio, era la
celebración de las fiestas del pueblo. Don Facundo, caminaba entre la gente,
nadie lo había advertido, pero algo se traía entre manos. Cuando al fin cayó la
noche y la luna llena apareció en horizonte, dio el zarpazo. La víctima era una
joven mulata criada en el pueblo desde niña. Convertido en una horrenda bestia
huyó llevando a la mujer entre sus fauces y se perdió bajo las sombras de la
noche. Con lo ocurrido, se acabó la fiesta. El terror reinó en el pueblo. Los
hombres vigilaron las casas armados con palos y piedras, pero nada fue
suficiente, el olor de la sangre y los gritos atrajo a una jauría de bestias
fantasmales que se ocultaban en los bosques aledaños. La luna llena los
transformaba y abría su apetito por la sangre. Al siguiente día, los pocos que
sobrevivieron a la carnicería, dejaron para siempre el pueblo.
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