El Maestro Rolando José Di Lorenzo & Ana Caliyuri & Eduardo Poggi



― ¿Estás seguro de que era un fantasma? —preguntó el anciano monje de larga barba blanca.
—Si maestro, lo vi bien y sentí el frio que emitía —respondió el joven asustado.
— ¿Era de esos que arrastran cadenas al caminar, o de los que levitan y agitan su vestimenta?
—Levitaba maestro, pero además estoy seguro de que era una mujer…y hay algo más…
—Decime todo lo que tengas que decir de una vez. —Impaciente el monje.
— ¡Gritaba su nombre maestro… Aquiles, decía… Aquiles!
—No me gustaría equivocarme, pero si dices que me llamaba, no era un fantasma: era una sirena.
—Maestro, la levitación es cosa de fantasmas, no de sirenas.
—Te equivocas muchacho. Crees que levitaba, en realidad divagaba por ondas celestiales en la absoluta creencia de que eran ondas marítimas.
—Pero, ¿por qué habría de buscarlo, maestro?
—Es una larga historia: hace más de dos mil años, hallábase mi corazón desahuciado. Ítaca, lejano; el universo reducido a un puñado de estrellas…
―Sí, Maestro, ¿y entonces?
―Entonces debí partir junto a Ulises, peleamos en Troya, diez años después regresamos y debimos enfrentar a Polifemo, Circe, Eolo y tantos otros. Eso está escrito y lo puedes leer. Pero mi viaje a las estrellas no fue registrado por literatura alguna.
― ¿Su viaje, Maestro?
―Así es. La sirena que divaga por ondas celestiales parece levitar, pero son otros sus poderes.
― ¿Son mágicos, Maestro?
― ¿Y tú que crees? Si no lo fueran, ¿podríamos ahora estar conversando?

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