Doña Azucena_ Ana María Caillet Bois_ Rolando Jose Di Lorenzo


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Doña Azucena es como un árbol viejo, la savia se le ha detenido. Sin embargo todavía se levanta y prepara la sopa que la hizo famosa en el pueblo. Corta todas las verduras en cuadraditos del mismo tamaño, como si los marcara con una regla. Al cabo de un rato comienza a sentirse el aroma inconfundible de la parva de colores, que se asoman curiosas para ver a Doña Azucena. Sus rugosas manos han trabajado tanto que al moverlas un crac crac metálico resuena en el silencio. Todavía siente la suavidad del amor entre sus dedos, cierra con fuerza las manos para que no escape
Aunque sabe que si cierra sus manos para retener los recuerdos, no seguirá creando sabores y colores y dejará de ser ella.  Doña Azucena, viejo árbol con savia estática necesita las dos cosas, retener la memoria del viejo amor gozando en la intimidad,  pero más aún sufre la exigencia de servir y así pasará seguramente sus días siguientes, entre las dos posiciones, que en definitiva son lo mismo, aquel amor por él y el servicio del amor, hacia los otros.

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