ALFONSO Y ALFONSITO — Rolando José Di Lorenzo



  —Alfonsito…Alfonsito, mi vida, ¿adónde estas? Hay mucho sol mi vida — la voz melosa de Marta, salía del interior de la carpa, donde estaba cómodamente sentada en una silla, evitando el sol del mediodía.
  — Alfonsito… ¿estas allí bonito? No te vayas a quemar — seguía la madre tratando de obtener la respuesta de su hijo, que estaba jugando cerca de allí, pero lo suficientemente lejos como para oírla.
— ¡Alfonso…ALFONSO!... ¿el nene esta allí con vos?  Cuidalo que no se queme mucho — la voz había cambiado, era mas dura, más áspera,
Alfonso, que descansaba medio adormecido, a pleno sol en una reposera; escuchaba los llamados de Marta y luego confirmar que el nene estaba realmente cerca y fuera de todo peligro, con una expresión de cansancio le contesto:
  —Si querida, quedate tranquila, el nene esta conmigo — Mientras decía esto, pensó: “Y tiene un pote y medio de pantalla solar” A tiempo que miraba atentamente al cielo y notaba un punto negro, un pájaro que revoloteaba muy alto, describiendo unos círculos cada vez más amplios.
  — Bueno…eso de quedarme tranquila, no se, porque seguro que no lo estas mirando en todo momento. Siempre estas pensando en otras cosas — La voz de la mujer, sonaba algo burlona, ya tranquila al saber de su hijo. Ahora que le tocaba el turno a él, nunca estaba de más, recalcarle los defectos.
Alfonso, se acomodó en la reposera y al mismo tiempo que se adormecía nuevamente, siguió mirando los movimientos del pájaro negro que parecía ahora que se acercaba. De pronto, se le despertó el interés por este animal y esto lo sacó del aburrimiento que lo embargaba en ese momento— ¡Ves que ni me contestás…Alfonso, Alfonso, por lo menos decime que tengo razón! — Marta hablaba desde el fondo de la carpa y la voz sonaba como salida de un túnel para el hombre al sol, mientras el negro pájaro seguía con sus círculos, pero ya confirmado, acercándose a ellos, de pronto volvió a la realidad y le contesto:
  — ¿Cuándo no te doy la razón Marta? — atino a decir el hombre.
  — Ja, Ja, Ja…— hizo resonar la falsa carcajada la mujer — Háceme creer que estas diciendo la verdad, sabes que no me gusta que me tomes el pelo Alfonso.
El hombre, no tenia ganas de discutir y menos pelear, pero Marta no respetaba ni las vacaciones, era inflexible. Debía ganar o ganar todas las discusiones que comenzaba y él ya no tenía mas ganas. Creyó que no respondiendo ella lo dejaría tranquilo.    Mientras siguió mirando hacia arriba y vio algo asombrado que el pájaro ya los sobrevolaba muy cerca, estaba a la altura del mástil de la bandera de peligro que ese día exhibía el balneario. Esa tarde, el mar, muy molesto con el viento del sudoeste, se movía con unas olas tremendas.
  —Si, ya se, no vas a decir nada…esta bien, callate nomás, eso lo haces porque sabes que tengo razón — Continúo Marta, ya con evidente malestar y algo de enojo.
Alfonso, ya preocupado por el pájaro, miro hacia su derecha y vio que Alfonsito seguía jugando con sus baldecitos con total normalidad, igual que los demás habitantes del balneario. Parecía que nadie se había dado cuenta del amenazante pájaro, que ya los miraba con unos ojos saltones y con un gran pico abierto. Aunque lo más atemorizante eran sus garras
  — Seguí…seguí con tu postura de no hablarme. ¡Mirá no me jodas más, porque guardo las cosas y me voy con el nene al departamento! — Muy enojada la mujer, parecía gritar desde el fondo del túnel de lona amarilla y su vos a Alfonso, ya le parecía que salía de una tumba lejana, resonando en paredes de piedra y produciendo ecos siniestros.
   Entonces el pájaro se lanzó hacia ellos con las garras hacia adelante, como para tomar a alguien y llevárselo por los cielos a parajes lejanos.        Alfonso vio que se metía en la carpa, escuchó los gritos de Marta, hasta que vio cuando el animal retomaba el vuelo con ella colgando de sus poderosas patas.     No atinó a hacer nada, solo a buscar a Alfonsito y al verlo tranquilo jugando en la arena, volvió su cabeza para ver lo que hacia el pájaro, pero ya estaba lejos, se iba, se iba lejos y para siempre.  De repente:
  — Alfonso…ALFONSO, que carajo estás haciendo que no me contestás, yo me voy y listo — La voz de Marta salió como antes de la carpa amarilla, pero sonaba fuerte y cercana, casi a su lado.     Entonces el hombre se despertó de golpe y asustado dijo:
— El pájaro…El pájaro… —De a poco Alfonso se dio cuenta de que todo había sido un sueño, un sueño generado por el terrible sol del verano, estaba arrebatado y transpirado, le quemaba la piel, al tiempo que pensaba: “¡Un sueño! ¡Por Dios…que sueño!”  
   Marta estaba parada frente a él con los brazos en jarra y la mirada inquisidora, que fue tornando hacia una mal intencionada y burlona:
  — ¿Qué pájaro?  ¡Pobrecito estabas durmiendo!— Con total ironía — ¡Te das cuenta que tengo razón, no servís ni para vigilar a Alfonsito un minuto, mi único minuto de descanso!
  — Esta vez tenés razón, Martita, si, me quedé dormido y no sabés que sueño que tuve…  ¡QUE SUEÑO!

La carcajada  que lanzó a continuación la escuchó casi todo el balneario.

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