LA VENTANA

  LA VENTANA


   En una mesa de Marechiare, nos tomábamos unos Martinis con el Negro y Carlitos, había caído la tarde y no habíamos decidido que hacer luego, en el bar había poca gente, casi todos conocidos.     Aunque cuando estábamos entre nosotros tratábamos de no incluir al resto y no pasábamos con ellos más allá de los saludos formales, estábamos en plena charla, de esas que luego de un rato, ni te acordás cual era el tema, cuando recordé del caso de Ferruela
 - ¿Ferruela? ¿Quien es ese? – dijo el Negro sorprendido
 - El pibe de la pinturería, el gordito
 - Si, ya se – dijo Carlitos, al que no se le escapaba nada – vos también lo conocés Negro, el gordito petiso – dijo, haciendo el gesto con la mano
 - Haaa...si, gordito, petiso y con cara de boludito... ¿Te la completé no?  -  dijo el Negro riéndose y mirándonos a los dos
 - ¿Les cuento o no?  -  les dije haciéndome rogar -  Pero ojo que esto no es joda, le pasó enserio al tipo
 - Seguro que te venís con un drama, porque últimamente se te da por ahí – me dijo Carlitos preparándose para un relato triste
 - Y… las cosas son como son – el Negro ya filosofando -  Pero un poco de razón tenés, a éste le gusta el drama – Dijo señalándome - Ja ja ja.   ¡Dale duro nomás!
   Autorizado por la mesa, me dispuse a contar lo que le había pasado a Ferruela, cuando nos interrumpió la llegada de Fede, que arrimó una silla, pidió un café y se dispuso también a escuchar.     La cosa había pasado hacía unos pocos días, este muchacho, Darío, trabajaba en la pinturería del barrio.    Era un buen pibe, calladito, no se metía con nadie y nadie por lo tanto tenia nada que decir de él.  Muy formal con los clientes y servicial, digamos un tipo correcto, de esos que hace falta en al barrio, por lo menos para variar, con tanto animal suelto por ahí.     
   La cosa es que este tipo estaba remetido con la panadera, mejor dicho, con la empleada de la panadería.   La misma, que hacía un tiempo, había sido la locura del Morcilla, al que se le pasó enseguida por suerte, porque en ese momento la mina andaba con un viajante.   Era medio vaguita y estaba bien, aunque no para tanto, pero para Darío era todo lo que quería, todo lo que necesitaba, todo….todo
 - ¿Viste que cuando a uno le agarra fuerte? Es bravo, nada le cambia la cabeza y al tiempo ya ciego arremete contra todo lo que se ponga en el medio.
 - Digamos que la mina no vale mucho – acotó el Fede, más para demostrar que había llegado y que estaba atento
 - Bueno pero ahí esta la cosa, cuando te agarra, te agarra – el Negro seguía filosofando ahora mas serio
 - Que lo parió…este si que la tiene clara – cortó Carlitos, señalando con un cabeceo al Negro -  dale seguí con el cuento -  me dijo a mi y yo seguí entusiasmado
   La mina le daba un poco de pelota, no se sabe, si porque le gustaba, o porque le seguía la corriente, aunque ella seguía con el viajante, la cosa es que Ferruela se embaló más y más.     Una tarde, luego de pagarle la tercera docena de medialunas, se largó, la encaró con todo y la flaca se quedó pensando un rato y le dijo que sí.   Darío se quedó de una pieza,  que digo de una pieza, pieza, comedor y cocina, se debe haber puesto colorado y debe haber pensado que  hacer ahora, porque era todo muy fácil, pensando que le iban a decir que no. ¿Pero ahora que le tocaba hacer?  ¿Ir a buscarla a la salida del trabajo?  ¿Acompañarla a la casa?  ¿Llevarla al cine?
 - Y tenés algunas cosas para hacer antes de tirártela -  largo ya interesado Carlitos
 - Tirártela… ojo que Ferruela, no es de esos tan rápido, gordo. – dije
 - Claro el tipo primero se casaría….porque como dije, es medio boludito – cerró el Negro riéndose – dale seguí que se está poniendo bueno  
   Tenían razón y yo pensaba lo mismo, Darío no era un tipo de voltearse una mina en dos minutos, además, por lo que se, se había enamorado y el enamorado puede esperar un poco, o mucho.   Porque cuando se enamora, está decidido a sacrificarse, es como que el sacrificio va en el combo, el precio es esperar.  Esperar a que ella lo decida, esperar, digamos.   
   Parece que salieron a la noche, fueron al cine y al bar, en fin lo de siempre, se citaron para el otro día y para el otro y así fueron pasando los días y la flaca no le aflojo ni un tranco de pulga.    Con esto lo enganchó más y cuando quiso, le pegó el tirón  al cordel y a Ferruela se clavó el anzuelo hasta el fondo, pero en el corazón y eso no tiene remedio.
 - No lo hagas tan trágico loco – Carlitos ansioso de saber el final, jugaba con el vaso vacío – Alberto  ¿Me traes otra?….le dijo al trompa, mostrándole el vaso vacío
 - Si, Alberto, tráete otra – completo el Negro -  que esto va para largo – ¿vos querés?  Me dijo  -  Si, dale otra, contesté
 - Seguí que esta bueno – se acomodó en la silla el Fede
    Ya con los vasos llenos de nuevo y picoteando los maníes y las aceitunas, seguí con el tema.         Darío, sabía lo del Morcilla y lo del viajante, conocía bien a la mina, pero no le importaba un carajo.  Claro, que cuando la flaca se dio cuenta de que lo tenía atado a su dedo, lo termino de matar, cuando una noche, le hizo saltar por la ventana del primer piso de la panadería, donde ella dormía en una piecita, que la dueña le prestaba, “Listo, ya no se le podía pedir más a la vida” se habrá dicho para sí, Ferruela. 
    Pasaron unos días, porque, ojo que todo esto fue rápido, no se crean que hablo de semanas, no, días, unos días y uno de esos días volvió… ¿Quien?  - Les pregunté intrigante a todos

 - ¿Quien?   - Saltó el Fede abriendo los ojos
 - Quien va a ser…el viajante seguro – remató el Negro con autoridad
 - Que hacés Negro, me sacás la primicia  -  le dije algo molesto
 - Está bien…se caía de maduro que era el viajante.- Dijo Carlitos -  seguí, seguí que esta bueno
 - ¿Seguí que esta bueno?     ¿Uds. se creen que lo estoy inventando?  ¿Que es solo un cuento para pasar el rato?  Es verdad todo esto – les dije enojado
   Me miraron fijo, no dijeron nada más y yo les seguí con el tema: Si, si, volvió el viajante, como lo hacia todos lo meses y él también estaba acostumbrado a saltar por la ventana del primer piso.    Todavía estaba ágil el tipo y eso que no era un pibe, era medio viejo, pero la flaca lo tenía loco y cada vez el hombre, daba la vuelta más rápido, por eso, es que esta vez llegó antes.    Tendría que haber venido a cobrar y levantar el nuevo pedido de harina el día 30 pero se había apurado y llego el 28, si, dos días antes y esa noche el tipo arregladito y perfumadito.   Le tiro una piedrita en el vidrio a la flaca, subió el paredoncito y empujo la ventana y cuando esta se abrió:
 - ¡NO…no me digas que estaba Ferruela adentro!   - Grito Carlitos
 - ¿Adentro?  Adentro de la cama, adentro de todo lo agarró – les grité
 - ¿Y que hicieron? dale, dale – Se interesó el Negro
   Nada, se miraron los tres con cara de yo no fui, nadie decía nada, el viajante no terminaba de pasar la pata que le había quedado afuera.   Darío no sabia si darse vuelta del todo, ya que solo tenia girada la cabeza, mirando hacia la ventana con los ojos como el dos de oro y la flaca, asomaba la cara por debajo de la axila de Ferruela con la boca abierta y sin decir ni mu…..en eso los dos casi a la vez dicen:
 - ¿Que haces vos aca?  - con las voces nada convincentes –
 - ¿Yo?  - Reacciono el viajante  - de…visita  - Pero reponiéndose y haciéndose el macho le grita - ¿Y vos pendejo de mierda?
 - ¡Yo estoy con mi novia! -  Contestó Darío y comenzó a salir de la cama, medio envuelto en las cobijas.
 - ¿Tu novia?  No me hagas reír boludo, andá, rajá de acá si no querés que rompa todo a patadas.
   Entonces parece que reaccionó la flaca, salió de la cama así nomás como estaba, en bolas y empezó a empujarlos hacia la ventana a los dos.    Les gritaba de todo, estaba histérica la loca, seguía gritando y gritando, tanto, que la vieja que dormía abajo empezó también a los gritos y decía que llamaría a la policía.      Los dos tipos se miraron y se dieron cuenta que allí estaban de más y que lo que podía seguir era peor, se miraron una vez más, mientras Darío agarraba sus pilchas.      El viajante sacó la pata de adentro y se largo a la vereda y a los saltos cruzó la calle, porque con el golpe que se dio al caer parado, le dolía hasta la oreja derecha y desapareció de la vista, de la vista y del pueblo, el 30 ni apareció para tomar el pedido de harina.
 - ¿Y Ferruela?  - Preguntaron casi los tres al unísono -  alargando las caras hacia mí
 -  Sigue laburando en la pinturería. – les dije terminando el tema, pero todos seguían mirándome con el mismo interés y asombro, entonces agregué:

 - Y la flaca sigue despachando pan, como antes. 
De: Rolando José Di Lorenzo  

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