LA CASA DE LA BRUJA
LA CASA DE LA BRUJA
En el barrio había dos casas de brujas, una
de ellas, era la de doña Cecilia Montuno, una verdadera bruja, que vivía enfrente
de la casa del Negro. Tenía una casa viejísima, con el frente corroído, con
pequeño jardín adelante, protegido por una reja oxidada. Le molestaba todo lo que hacíamos y nos
amenazaba constantemente, con soltar el perro si hacíamos ruido, para que “nos
comiera” según ella. Eso nos causaba
mucha gracia, porque el pobre perro era tan viejo como ella. Y lo único que
hacía era comer y dormir todo el día, acostado en un felpudo deshilachado, que
había al lado de la puerta de entrada. Pero
ella creía que tenía allí al “Mastín de los Baskerville”. Nos hacía reír mucho y entonces ella se
enojaba más y nos amagaba como para pegarnos con una escoba que siempre tenía a mano, de ahí el
apodo de bruja.
La otra casa de la bruja, era una
construcción abandonada, que estaba al lado de la casa de Fede. Una casa del principio del 1900, que
permanecía cerrada desde hacía años, según decían los vecinos.
Los dueños habían muerto hace mucho tiempo y solo quedaba un hijo de
estos, que vivía en la capital. Al frente tenía una altísima reja, cuya puerta
estaba bloqueada por una larga cadena, rematada con un candado antiquísimo, de
hierro, todo oxidado.
Debido al abandono, el jardín del frente, se
había convertido en un yuyal, que tapaba el caminito de acceso al porche, que
por alguna razón se mantenía bastante limpio. Quizá porque recibía todo el
viento del sur y eso lo barría cotidianamente. La casa estaba totalmente cerrada, paredones a los costados y atrás y al frente
la vieja reja.
Lo curioso era, que en ese porche, yacía
tirada una vieja escoba de paja, muy cerca de la alta puerta de madera descascarada,
que según nuestra opinión, casi siempre estaba en distinta posición, como si
alguien la moviera al entrar o salir descuidadamente. A esto debemos sumarle,
que Fede juraba, que algunas noches escuchaba ruidos, como si alguien caminara
por las habitaciones, considerando que su dormitorio, daba a la medianera con
la casa abandonada, le dábamos crédito a sus comentarios. Él mismo nos contaba, que sus padres no creían
esta teoría del habitante misterioso, porque una vez, su mama se había quedado
con él y como pasa siempre, esa noche no escucharon nada ni él, ni su mamá.
Eso había despertado el interés de todos
nosotros, comenzaron a surgir varias teorías,
el Negro decía que debería ser algún delincuente que lo tenía de aguantadero,
Carlitos estaba en una duda total, el Morcilla apoyaba la teoría del Fede, que
debería ser una bruja, por eso estaba en la puerta la escoba en diferentes
posiciones, creían que era como si esta señora, estacionara su vehículo cuando volvía
de sus andanzas maléficas nocturnas, vaya a saber por donde.
La idea de que era una bruja, se apoyaba
también en que, una noche Fede había escuchado una voz de mujer, como una
especie de quejido ahogado, luego de un ruido extraño. Esa mañana cuando nos
contó lo oído, dijo:
- Muchachos, anoche la bruja se llevó algo por
delante y le debe haber dolido, porque escuche un grito, aunque bajito, cortado
– Dijo bastante atemorizado
- Anda con eso – Salió el Negro – Como se va a
llevar algo por delante una bruja, si puede entrar y salir por la puerta que
esta cerrada, o por las ventanas sin abrirlas, dejate de joder-
- Que se yo Negro, estará vieja, no verá bien,
no sé,..Te aseguro que algo le pasó- Insistía Fede
- ¿No será que han matado a alguna mina ahí
adentro? – Decía el Negro, pensando en el delincuente escondido en su
madriguera
- Loco, por donde va a entrar una persona,
está todo cerrado, no, tiene razón Fede, debe ser una bruja nomás – aseguraba
el Morcilla
Los días transcurrían normalmente y ya
estábamos acercándonos al final del primario. El tiempo se nos iba en los
juegos, la escuela, los comentarios y las teorías sobre la casa de la bruja. Pero
un día, nos enteramos por las charlas de nuestros viejos, que había venido una
familia nueva al pueblo y que andaban buscando una casa para radicarse.
Don Carlo Tuttobasso y su familia, que
estaba integrada por su esposa Francisca, una mujer que a simple vista, se veía
que era mucho menor que él, su hijo, que ya era un muchacho mayor que nosotros
y dos nenas mellizas mucho mas chicas.
Venían de los alrededores de la Capital, en busca de una vida más
tranquila y segura. Necesitaban una casa grande y antigua para reparar, porque
don Carlo era albañil, o constructor y de eso sabía mucho.
Se ubicaron en una casita que le alquilaron
al verdulero de la esquina de casa,
mientras buscaban el lugar para arreglar y vivir. El hombre comenzó la búsqueda por el pueblo. Lo llamativo es que en el pueblo, no eran
tantas las casas como las que ellos necesitaban, en realidad eran dos o tres. Estuvo mirando, preguntando y pensando que
hacer durante mucho tiempo, se ve que era indeciso. En mi casa decían que era como el perro, que
da muchas vueltas antes de acostarse y al final termina en el mismo lugar.
Por fin Don Carlo, se decidió por la casa de
la bruja, no la de la vieja doña Cecilia, sino la casa de la verdadera bruja,
la de al lado de la casa de Fede. Cuando nos enteramos, sentimos dos sensaciones
diferentes, por un lado se nos aclararía
el misterio. Pero por otro, estaba la teoría, de que si se ocupaba la casa, la
bruja no tendría ya su lugar y daría vueltas por el pueblo buscando alojamiento.
Eso no daba un poco de miedo, pensando que se apoderaría de algún lugar de
nuestras casas, o simplemente debajo de alguna de nuestras camas.
Nos imaginábamos como sería tener a la bruja
durmiendo debajo de tu cama.
-Si por alguna razón
una noche no salía, aunque sea por aburrimiento. Te podía convertir en algo…no
sé, en sapo o en araña, que se yo-, decía Fede.
Para esto, Don Carlo, ya había cerrado el
negocio, con el único sobreviviente de la familia dueña de la casa. Nosotros ni
bien nos enteramos, nos reunimos en la vereda de enfrente, esperando que el
tano, llegara y abriera la puerta al gran misterio. Casi al mediodía, vimos que llegaba
caminando tranquilamente, metió su mano en el bolsillo derecho y sacó un
llavero con dos llaves, que nos parecieron enormes y mágicas. Abrió el candado,
sacó la cadena de la reja y la dejó caer a un lado. Luego caminó por los pastizales del frente y
pateando hacia un costado, con gran indiferencia, la escoba tirada en el porche.
Cosa que nos hizo correr frío por la espalda. Introdujo la segunda llave en la puerta
principal y la empujo con esfuerzo. La vieja puerta le contestó con un chirrido
fantasmagórico y dejó el interior al descubierto.
Por supuesto no entramos con él, pero luego
nos enteramos de lo que pasó, siempre que uno quiere se entera de las cosas. Parece
que casi toda la casa estaba vacía, solamente encontró, en un dormitorio, justo
el que daba a la medianera con la casa de Fede, un colchón y a su lado había una vela a medio usar,
adherida el piso con su propia cera y restos de otras velas ya consumidas. En un rincón de la habitación, casi al lado
de la puerta del baño, una lata de pintura de otra época, que hacia las veces
de tarro de la basura, cuando se acercó vio dentro de ella varios preservativos
tirados en el fondo y riéndose a carcajadas le dice a su mujer que venia
entrando detrás de el, mostrándole la vieja lata.
- ¡Guarda,
guarda Francesca! ¿La casa no estaba tan abandonada? Ja ja ja
¡Questo era un nidito d´amore!
¡Guarda, guarda! – Pero a Francesca, no le causaba gracia nada en esos
momentos, solo veía lo que tendría que limpiar y ordenar
- Si, si, Carlo, ja ja ja - Contestó cansada de ante mano.
De todos modos, a nosotros, en ese momento,
no nos quedó claro lo que pasaba allí adentro, pero lo fuimos entendiendo
después. Y recordábamos, que tenía razón
el DT del equipo de fútbol, cuando decía: “Siempre alguien tiene la llave para
abrir un partido” O para abrir una puerta en este caso.
De: Rolando José Di Lorenzo
De: Rolando José Di Lorenzo
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