EL CABARET

EL CABARET  

   Los tres amigos salieron esa noche, sin saber a donde ir,  como casi siempre, aunque eso era lo bueno de aquella época dorada, aquellas salidas sin rumbo, ni tiempo, tanto era así, que ni pensaban en volver, aunque siempre lo hacían.        Charlas y risas, discusiones de fútbol, de carreras o de películas.  Perder el tiempo sin sentirlo, total ¿Qué era el tiempo para ellos?  Un desconocido, aún no habían sentido la necesidad de hacerlo volver atrás, porque el pasado solo tenía un rato, recién había cumplido 19 años, tampoco de empujarlo hacia adelante, porque después de todo ¿Qué había allá adelante?    
   La salida de esa noche, se compuso de un rato en el bar Marechiare, otro en el cine, de nuevo al bar, comer algo, los jueves no eran los días indicados para hacer algo interesante, pero habría que buscarlo:
 - ¿Vamos al cabaret?  - dijo Carlitos con cara de aburrido, terminando el café ya frío
 - ¿Ahora? -  Preguntó sorprendido el Morcilla – Yo  ando cortado, no tengo un mango – aclaró la situación con cara de preocupado
 - ¿Y en qué pensás gastar?  Podemos ir un rato, pero sin gastar nada, yo también estoy seco – dijo el Negro con la firmeza de siempre
 -  Si juntamos para el taxi y un trago, nos alcanza, ¿O no llegamos a eso tampoco? – Carlitos trataba de inducirlos a la salida de alguna forma
Contaron lo que les quedaba y no, no llegaban, pero todavía era temprano, algo tenían que hacer, algo había que inventar:
 - ¿Y si buscamos algún gil y jugamos unos trucos? – Tiró el Negro ya embalado con la salida –  ¿Carlitos que opinas?
 - Si, dale, eso sí, disculpáme Morci, yo juego con el Negro, nos entendemos bien, vos lo sabés – aclaró el gordo – ¿Pero con quién?
 - En la mesa del fondo, están los muchachos del Club Santa Marta, de paso nos vengamos de lo de la otra noche – dijo bajito el Morcilla
 - ¿Mirá si nos dejan sin los únicos pesos que nos quedan?  ¡Ja Ja Ja!  - se reía el Negro – Además lo del club no fue tan grave Morci
 - ¿No? Yo me quedé sin la mina y a Roberto le sacaron a la renguita, ¡qué no fue grave! Vos porque seguiste bailando con la petisa – protestó el  Morcilla
   Antes de que terminaran de hablar, Carlitos se levantó de la mesa y se encaminó hacía el baño y al pasar al lado de la mesa del fondo, saludó a los muchachos y como al pasar les dice: “Che, no sabemos que hacer, ¿no tienen ganas de jugar unos trucos?”   Los de la mesa se miraron, con la misma cara de aburridos que la de los otros y contestó el mas alto: “Si, no hay drama, ¿Ahora? Dale vengan”  Ya estaba todo listo, dentro de un rato seguramente estarían en el cabaret.   
    En la mesa donde estaban sentados los muchachos del Club Santa Marta, se armó la partida de truco, por un lado el Negro con Carlitos y del otro el Lungo Fernández y Gorriti.    Desde el principio comenzaron ganando el Negro y el Gordo, la partida parecía fácil, pero luego de tres manos el gordo dejó de ligar y el Negro por más que gritaba y mentía, solo no podía.           En las manos de Carlitos solo se veían cuatros, cincos y seis, pero todos de distinto palo.     Con la habilidad que le era reconocida, el Negro la fue llevando y cuando estaban empatando, sobre el final del juego, el Gordo le hizo la seña del ancho de espada y no solo eso, sino que con 28 de mano, para el envido, el Negro manejó la situación y ganaron el partido.  
   Con total seriedad, los dos les dijeron a sus contendientes que tenían que irse, porque había un compromiso pendiente, esto cayó como una bomba en los otros, tanto es así que ante los firmes reclamos, se dieron cuenta de que tenían que darles la revancha, pero se aclaró muy bien que sería la última.               No fue fácil, igual que en la anterior, llegaron hasta el final prácticamente empatados, ellos, eran mejores de lo que se habían creído, la cosa era punto a punto y entonces:
 - Envido – dijo el Negro calmadamente, sabiendo que su compañero tenía más de 28 o 29 y esperó casi sin mirarlos, igual que el Gordo
 - ¡Quiero! – Gritó Gorriti, excitado, sin contenerse y siguió – Quiero -  volvió a decir, pero éste último, le salió más tímidamente
 -  OK-  dijo tranquilamente el Negro, sabiendo que el otro estaba mintiendo -  Cantá Gordo, que son las tuyas -  le dijo a su compañero que era mano
 - Veintinueve – cantó también con total tranquilidad Carlitos, sabiéndose ganador y así fue, tomó los porotos correspondientes y siguieron:
 - Truco – dijo suavemente el Flaco Fernández, viendo que con el envido fallido, estaban perdiendo en esta partida también
 - ¡Quiero retruco carajo! – gritó victorioso el Negro, poniendo esa cara de perro rabioso, que sabía utilizar muy bien en esos casos y dando un golpe con el puño en la mesa
 - ¡Quiero vale cuatro!  - gritó enojado Gorriti, ante la mirada sorprendida de su compañero, que se daba cuenta de que estaba mintiendo
 - ¡Quiero! – Contestó el Negro -  Gordo, vení al pié tranquilo, no me pongas nada, nada
   Pero Carlitos tenía tanto, que tuvo que arrancar poniendo el tres de oro en la mesa, ante esto, los otros de dieron cuenta de que estaban muertos, la partida siguió y la remato el Negro con el ancho de basto y listo, a otra cosa.
 - Muchachos ahora sí, tenemos que irnos, solo falta que nos paguen ¿OK? – dijo el Negro con la autoridad que se le conocía, pero quedó sorprendido por la respuesta
 - Ahora no, les pagaremos mañana, en ningún momento dijimos que sería ahora ¿no? – Contestó Gorriti, que había metido la pata toda la noche con sus intervenciones
 - ¿Qué? – Gritó el Negro -  ¡Miren, nos pagan ahora o se arma! -  el Negro se estaba levantando de la silla y también Carlitos hacía lo mismo
 - Ahora te dijimos que no podemos – el tono de Gorriti ya era distinto, se la veía venir y tanto él como su compañero también comenzaron a levantarse de las sillas
   Como la puerta del baño estaba al lado de la mesa, el Negro, agarró del brazo a Fernández y mientras lo metía adentro de un empujón,  lo miraba al Gordo, que estaba haciendo lo mismo con el desafortunado Gorriti, para esto, el Morcilla, que había sido espectador de las partidas, también se levantó y se metió en el baño, por las dudas.   
   Desde la barra, el patrón, Alberto que estaba siguiendo todo con la vista, disimuladamente, se encaminó hacía el baño, imaginando lo que iba a ocurrir allí.        No tardó mas de 2 minutos en llegar, cuando entró, la situación que vio, le causó gracia, aunque no lo demostró:     Mientras Carlitos tenía apretado contra un mingitorio a Fernández, el Negro lo tenía tomado a Gorriti de los pelos y le pegaba una piña en la panza, el Morcilla se reía a carcajadas, sin intervenir porque no era necesario.  
   La cosa terminó rápido ante el pedido de Alberto, los muchachos que habían perdido tuvieron que pagar y salieron del baño calladitos y luego del reto del viejo, Carlitos, el Morci y el Negro, también salieron, pagaron su cuenta y cuando contaron la plata para repartirla, se acordaron de que todo había sido para  ir al cabaret.
   Los números daban bien ahora, así que tomaron un taxi y se dirigieron hacia la zona del puerto, donde estaba el único cabaret del pueblo y que con total originalidad, lo había denominado “Moulin Rouge”. 
  Era temprano aún y un jueves, seguramente no habría nadie, pero la salida tenía que terminar allí, entraron y se confirmaron sus sospechas, detrás de la barra, estaba el barman, con una cara de aburrido que daba lástima, escuchaba la radio a pilas bajito, para no molestar, aunque no había ningún parroquiano.    Sentadas en los bancos altos, frente a la barra, dos de las chicas que trabajaban allí, charlando animadas entre ellas, deberían ser chistes o chismes graciosos, porque se reían mucho.        Todos se conocían, ellos y ellas, se habían visto más de una vez en ese lugar, aún desde los días en que eran menores y que ellas les permitían entrar igual, sobre todo porque unos tragos y mucha charla no le hacían mal a nadie.         Los tres se sentaron en una mesa, vinieron las chicas con ellos y charlaron hasta que llegó un tipo mayor, con mucha pinta, tanta que parecía que no encajaba en ese lugar, pero las chicas lo conocían y por lo bajo les dicen a los tres amigos: “Chicos, tenemos trabajo en serio, nos vamos a la otra mesa”  Se levantaron y alegremente se dirigieron a la mesa del recién llegado:
 - Hola don Julián ¿como está? – Saludaron casi al unísono las dos chicas
Los muchachos se quedaron allí un rato más y cuando vieron que ya eran más de las 2 de la madrugada:
 - ¿Nos vamos? – dijo Carlitos a sus amigos
 - ¿O nos quedamos con el barman? Ja ja ja  - dijo riéndose el Morcilla

 - ¿Y a donde?   - largó el Negro - ¿Qué carajo hacemos ahora?
De: Rolando José Di Lorenzo

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