CANSANCIO
CANSANCIO
-¿Te das cuenta que no me estás escuchando?-Dijo
Gloria ofuscada, mirando fijamente a Antonio, que trataba de eludir su mirada,
buscando una excusa sobre la mesa, o debajo de ella, era lo mismo, la cosa era
tratar de minimizar la situación.
-Contestame , dejá de huir una vez- Gloria seguía
punzando, cada vez con más fuerza. Entonces, lentamente Antonio, se levantó,
corrió su silla hacia atrás, haciendo un ruido fuerte y molesto, al arrastrar las patas sobre el piso áspero. Se apoyó con ambas manos sobre el borde la
mesa, levantó su cabeza y la miró indeciso, incomodo, sin estar seguro de lo
que estaba haciendo. Esperó unos segundos, pero no pudo decirle nada, quizá
porque ella tenía razón, o simplemente porque estaba muy cansado. Agobiado por todo
lo que pasaba, o porque le molestaba mucho la luz de la lámpara, que le daba
justo en sus ojos. Comenzó a caminar
hacia la puerta, bajo la mirada sorprendida e inquisidora de Gloria, que no
entendía su accionar y ni pudo darse vuelta cuando escuchó el grito de ella.
-¡No te vayas…no seas cobarde!- Decía esto casi
llorando, pero de bronca, de impotencia ante la falta del enfrentamiento que
tenía pensado. Antonio siguió con su
andar cansino, los hombros caídos, la espalda encorvada y arrastrando los pies,
hasta llegar a la puerta, tomó el picaporte y lo bajó lentamente, como todo lo
que estaba haciendo. No tenía nada claro, todo daba vueltas en su cabeza, por
eso demoraba sus movimientos, pero nada halló que lo llevara a una actitud
distinta, terminó de abrir la puerta, el viento frio que golpeo su cara, lo
hizo detenerse un momento, pero salió igual, cerró suavemente la puerta a sus
espaldas y eso fue un adiós, un verdadero y definitivo adiós.
¿Cómo haría al día siguiente para seguir con su
vida? Aunque por un momento también pensó: ¿Cómo haría Gloria para hacerlo?
Pero eso ya no era de su incumbencia, las cosas alguna vez se terminan y eso
era lo que había pasado, no cuando cerró la puerta, sino mucho antes. ¿Cuantos
principios había tenido este final? Caminaba lentamente, con las manos en los
bolsillos, los hombros encogidos, sintiendo el intenso frio, el suéter que
llevaba no le servía de nada, pero ya ni se acordaba donde podría estar su
abrigo. Se detuvo contra el saliente de
una puerta, para encender un cigarrillo, siempre supo cómo hacerlo, aún con un
viento como el de esa tarde. No podía
dejar de pensar, de recordar, buscando ese primer momento que los había llevado
hasta ese día. Seguramente sería la
tremenda discusión que tuvieron cuando le contó a Gloria, acosado por un angustiante
sentimiento de culpa, que había tenido un romance con otra mujer. Si, ese fue
un momento terrible en sus vidas, los había marcado profundamente, pero también
era justo reconocer, que un poco por su sinceridad y otro por el tiempo, fue
pasando al olvido y pudieron seguir con su relación, que antes de eso había
sido agradable y placentera. Nunca pudo dejar de pensar en aquellos momentos.
Había sido una conquista de primera, Nita, era una mina esplendida, mucho para
él, creyó en aquel momento, por eso no lo dejó pasar. La chica se enganchó por medio de la música,
cantaba muy bien y él, de pura casualidad la había acompañado con la guitarra,
en una rueda de amigos y así comenzó todo. Aunque no duró mucho, solo unos
meses, que fueron para él como entrar en el paraíso, de nuevo con su música y
también con esa piba, que era bellísima, ¡qué recuerdos!
Cuando había hecho menos de dos cuadras, pasó frente
a la puerta de un bar y sintió la necesidad de entrar, encontrar allí adentro
un poco de calor, de contención. Se
acodó en la vieja barra, sentado en uno de esos clásicos bancos altos, pidió un
scotch con hielo al barman, que lo miró con total indiferencia y desgano. Sintió que no era bien recibido allí, pero no
le importó, ya estaba acostumbrado.
Volvió a pensar en su vida y se acordó del menosprecio e intolerancia de
Gloria, que tanto le dolió, cuando quiso volver a su música, componer
nuevamente, integrar su vieja banda, volver a lo suyo, volver a ser él. Dejar
el trabajo infame que tenía, pero no pudo ser. Ese fue otro momento difícil, se
sintió humillado por la falta de confianza de ella y tuvo que seguir con la
rutina de su trabajo cotidiano, que tanto lo desmerecía y lo hundía en la
mediocridad
Para entonces había pedido la segunda copa y fumado
varios cigarrillos, sentado solo en la barra del bar, que se estaba quedando
sin parroquianos y bajo la mirada desconfiada del barman, que parecía que lo
apuraba para que se vaya. Pero el tipo
tendría que esperar, tenía mucho en que pensar y afuera hacia mucho frio, y se
acordó del abrigo, ¿dónde carajo habría dejado el abrigo? Ese tema de la música
también había ido quedando en el olvido, si bien él no la había perdonado nunca
a Gloria, tampoco se lo dijo y el tiempo de nuevo fue suavizando la relación,
que volvió a ser amable y llevadera.
Ella no era una tipa jodida, pero era una mina exigente, quería ser
tenida en cuenta, ser valorada. Como había querido serlo él, solo que ella no hacía
muchos méritos como para eso, se limitaba a ser una buena ama de casa y a
veces. No creía él tampoco, que el
principio de este fin, haya sido por sus vicios, sobre todo el juego, que
muchas veces los habían hecho perder terreno en lo económico, comprometiendo
los bienes de ambos. Porque luego
cuando llegaron las buenas, había recuperado todo lo perdido. Y más tarde, eso
también había quedado en el olvido, cuando dejó el póker, el casino y el
hipódromo. Todo lo había dejado por
ella, fue la forma de demostrarle su cariño y seguramente lo entendió así,
porque siguieron con su relación que volvió a ser buena, o por lo menos
tranquila, estable.
El barman lo miró molesto cuando le pidió otra
vuelta, dejó caer el scotch con mala leche sobre los dos cubitos, que sonaron
quejosos contra las paredes del vaso.
Antonio lo miró como preguntándole que le pasaba y dejando sentado que
él era el cliente y que debía ser atendido. Posiblemente el tipo lo entendió
así, porque se dio media vuelta y se fue a la otra punta de la barra. Por
entonces, en el bar quedaban dos viejos en una mesa, que se contaban sus cuitas
enfáticamente y él. Pero aún tenía que
tratar de recordar todos los precursores momentos que lo habían llevado a esta
situación. Lo que tenía claro es que a
Gloria, ya no la entendía, ella supo bien quien era cuando se juntaron, hacía
ya más de 20 años, no fue una sorpresa. Él nunca ocultó su forma de ser, ¿Porque
le hacía a diario esos cansadores reclamos? ¿Habría pensado alguna vez ella,
que lo haría cambiar? Como siempre le
decía, no era su culpa, ella era la ilusa, que había imaginado una vida de
color de rosa, que no existía. Tampoco había
sido tan grave aquel periodo que había pasado por el alcohol. Si, fue difícil para ambos, se la pasaba en
los boliches, fueron días y meses de incertidumbre, de inestabilidad. No llegó a agredirla nunca y estaba seguro
que nunca le pondría una mano encima, eso lo sabía bien. Pero ella había
llegado a tenerle miedo, sobre todo aquella noche, que enloquecido había roto a
patadas y trompadas casi todos los muebles. Todo había sido un desastre, se
rompió las manos, estuvo vendado varios días.
Pero como siempre, el tiempo lo fue arreglando, sobre todo, porque él,
para volver a congraciarse con Gloria, había dejado la bebida. Solo algunas copas, como lo hacía ahora, pero
nada más, nuca más se emborrachó y lo hizo por ella. Y resultó, cuando las cosas se calmaron,
volvieron a tener una buena relación, o simplemente se acompañaban.
¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? Ni eso
tenía claro, pero seguramente había pasado mucha agua bajo el puente, pensaba
esto y le causó gracia lo del puente y el agua, tanto que soltó una leve
carcajada. Miró hacia todos lados avergonzado, rogando que nadie lo hubiera
escuchado. Se estaba haciendo tarde,
llegaba la hora de partir, volver a su casa, mientras pensaba esto, se dijo:
“Pobre Gloria, es una buena mujer”
El barman, mientras lo miraba, ahora con
resignación, no se acercaba, temiendo que le pidiera otro trago más. No
solamente porque quería cerrar e irse a su casa, sino, porque no quería que el
hombre se emborrachara. Aunque lo veía firme y tranquilo, se notaba que era un
tipo acostumbrado. Antonio, lo buscó
con la vista y cuando lo ubicó, le dijo que le cobrara, que ya había tomado
suficiente. Así lo hizo y se fue, caminando más lentamente que cuando entró. El barman, miraba salir al viejo con
satisfacción, le daba mucha lastima verlo así, pero ya era demasiado
tarde. El frío y el viento lo
golpearon fuerte, de pronto se acordó que había dejado el abrigo en el perchero
de la sala, lo confirmaría cuando llegara a su casa. Le costaba llegar, estaba recorriendo las mismas
dos cuadras que había hecho cuando salió de su casa apesadumbrado. Abrió la puerta y entró lo más
silenciosamente posible, pero al instante escucho la voz de Gloria que salía
del dormitorio:
-Antonio… ¿Cómo estás? Tardaste más que otras veces-
Mientras decía esto salía de la habitación ajustándose la vieja bata de color rosa, se
acercó y le puso las manos en sus mejillas
-Estas helado Antonio, vení a la cama que te vas a
enfermar- Le dijo mientras lo tomaba de las manos y lo llevaba hacia el cuarto
y le preguntó a donde había estado hasta ese momento. Antonio le contestó con la voz apagada y
triste:
-En el bar…como siempre, pero te juro que solo tomé
tres copas.- Se apoyó en el hombro de ella y caminó hacia el cuarto,
reconfortándose de solo pensar en la cama caliente. Ella le iba diciendo, con
arrepentimiento y tristeza, que deberían terminar con esas discusiones
inútiles, que las venían arrastrando por más de 20 años. Lo miró fijamente,
como buscando una respuesta en sus ojos, pero solo encontró en ellos un gran
vacío. Entonces le preguntó con dulzura,
si sentía mal todavía. Él la miró cariñosamente y casi con un susurro le contestó:
-Estoy cansado…muy cansado.
De: Rolando José Di Lorenzo
De: Rolando José Di Lorenzo
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