LA SORPRESA - Microrelato compartido

 

La sorpresa 

– Rolando J. Di Lorenzo,  Ada Inés Lerner

 

Los científicos guiaban la nave con pasajeros primerizos. Éstos últimos iniciaron el viaje exploratorio con cierta renuencia. Claro que la urgencia de abandonar la tierra los había convencido. La peste crecía y amenazaba con convertirse en un peligro sin  control. Los astronautas habían descubierto un planeta, cercano a la Tierra que parecía ser habitable, según habían afirmado en la reunión. Cruzaron parte de la galaxia y se fascinaron con la inmensidad y con esa estrella que cuando estuvo cercana al Mundo, los convenció que les podía dar alojamiento. A este planeta que no era demasiado frío ni demasiado caliente y recorría la órbita fuera del Sistema Solar en 100 días.  Los pasajeros eran gente poderosa que pensaba alejarse de la enfermedad hasta que pasara y volver cuando algún viajero les asegurara inmunidad. Claro que la situación poblacional sería distinta aunque sus bienes estaban resguardados en cajas de seguridad enterradas.

Ubicados ya en el nuevo planeta, aunque tuvieran que soportar incomodidades, habían salvado sus vidas. Solo les quedaba esperar y preparar el viaje de regreso a la Tierra, en cuando comprobaran que la peste había sido combatida.  Ellos tendrían que regresar y lo antes posible, porque no estaban seguros sin sus fortunas y menos aun soñando cada noche que algún sobreviviente terrícola encontrara las cajas de seguridad. El tiempo fue pasando; ya habían discutido el tema, ninguno de ellos sería el primero en volver por temor a la enfermedad. Tendrían que convencerlos  o comprar la voluntad de algunos de los científicos o de los astronautas y ponerle precio a la vida de esa gente, pues  no convenía dejarlo a su libre albedrio, solo eran científicos o genios, seguro que no tenían idea del  real valor de los bienes, de cómo se acumulan, de cómo se cuidan, de cómo se guardan o se adoran hasta endiosarlos. Luego de mucho discutir llegaron a la conclusión de hacer una competencia, una carrera dura, intensa y los dos mejores serían los elegidos para un viaje a la Tierra ida y vuelta, con un premio extraordinario a pagar cuando volvieran.  Sorpresivamente todo funciono como lo idearon, compitieron y los ganadores, primero y segundo, iniciaron el viaje al viejo planeta.   Cuando ya estaban en el aire, el capitán de la nave, se pregunta a su segundo:

— ¡Que sorpresa se llevaran! ¿Estás seguro de que tenemos los datos correctos?—El otro sorprendido le contesta

—Ellos mismos lo dijeron, se la pasaron hablando hasta el cansancio de sus amados tesoros y no faltó quien descuidara su lengua. Capitán la vida nos sonríe, Ud. corroboró que la peste desapareció y yo sé dónde están los tesoros escondidos, ¡A vivirla ahora!

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