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Mostrando las entradas de septiembre, 2016

Viejos archivos - LA PLAYA

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ENTRE EL MAR Y EL CIELO - Rolando José Di Lorenzo

Hoy lo vi, estuve con él, allí donde siempre. Plateado a lo lejos, franjas intermedias verde oscuro y mis pies, jugando con la blanca espuma. Increíblemente calmo y frio. Inefable espejo donde de mira orgulloso el cielo. Se conocen desde siempre, quizá nacieron juntos. Aunque no son gemelos, uno es aire y el otro agua. Mas, tienen un origen común, son hijos del azul y la inmensidad. Ambos deben haber permitido hoy, que una suave brisa, se escapara por alguna rendija de allá lejos, donde está escondido el viento y me calmara el ardor que me producía el Sol. ¿Estaría celoso el Rey del cielo, al verme extasiado mirando y sintiendo el mar? No creo, él se sabe insustituible, imperdible, irreemplazable. Es mucho más viejo y sabe más que ellos. El quizá conoció la mano hacedora y supo del principio. Quizá, quien sabe.

EL POSTER DEL TÍO FELIPE — Rolando José di Lorenzo

             El tío Felipe, tenía su historia, que más que llevarla, la arrastraba por la vida. Era hermano mayor del padre de Carlitos, que casi nunca hablaba de él.    Se reunía poco con la familia, solo en las fiestas clásicas de fin de año, o en algún cumpleaños.   Era un tipo buenísimo y sobre todo con el gordo, que tenía muy buenos recuerdos de cuando era chico. Siempre le hacía los mejores regalos. No podía olvidar, aquel día que le trajo el camión con acoplado, que aún conservaba como adorno, en una repisa de su dormitorio, junto a otros juguetes queridos.          Había escuchado muchas veces comentarios familiares, que secretamente, hablaban de alguna actividad, o forma de vida “rara”, que tenía Felipe. Luego con el paso del tiempo, fue descubriendo el misterio: tenía un tío gay.   Habiendo sido éste, quizá el mayor secreto de familia, al que, por lo...

EL ASOMADO - Rolando José Di Lorenzo

   El bar Regina era de Nicola Gambetta, un hombre mayor que estaba allí desde hacía más de 30 años.   Nadie conocía a la gente del pueblo como él y a su vez, él era conocido por todos, aunque con el tiempo, había perdido la clientela joven, ya que otros boliches más modernos, los habían alejado de allí.     El bar era un clásico, o más que eso, una antigüedad.  Tenía un salón grande, con paredes muy altas, rematadas en un cielorraso de delgadas tablas de madera de color marrón oscuro, (quizá fueran pintadas de ese color alguna vez), pero seguro se le había sumado el humo de miles de cigarrillos, la humedad, el smog, en fin, el tiempo.  Las paredes estaban pintadas de un color, entre beige y ocre, y tenían un zócalo de madera alto,  también marrón, casi del color del cielorraso, pero brillante por el barniz que de tanto en tanto le pincelaban.  De todas estas paredes colgaban unos cuadros al óleo, con gruesos marcos de madera...

UNA NOCHE CALUROSA—— Rolando José Di Lorenzo

Era de noche y él caminaba lentamente, recorriendo las calles oscuras, ensombrecidas por las copas de los árboles. La temperatura era alta para esa hora, era un buen verano.   Ella había salido de su casa temprano, para encontrarse con sus amigas en el bar y de allí a la salida habitual de los viernes, cine y luego comer algo. Caminaba apurada, nerviosa, no le gustaba andar de noche sola, pero no había conseguido taxi y tenía que andar más de 5 cuadras hasta llegar a la avenida principal.  Para colmo con la vereda destrozada, solo podía mirar hacia abajo, para no caerse. Cuando llegó a la primera esquina, se encontró de golpe con él.  Se sobresaltó y hasta sintió miedo, en realidad a los dos les pasó lo mismo. A él, el encuentro repentino lo sacó de sus pensamientos y atinó a tirar el cuerpo hacia atrás, gracias a eso no la llevó por delante. Ambos alarmados, se miraron unos instantes y comenzaron a aflojar la tensión, aunque la adrenalina corría por su sangre....

NI ANTES NI DESPUÉS - Rolando José Di Lorenzo.

La sombra entrañable de la noche, le ocultaba la cara. Ya lejos del griterío de la gente. Caminaba mirando al sur, de donde venía el viento.  Los ojos entrecerrados, quizá por el humo del cigarrillo, que apretaba entre sus labios. Con paso firme, pero lento, avanzaba hacia su destino. Esa era su noche, la noche del olvido, la del encuentro final. Deseaba poder viajar a su pasado, a su pueblo  poco antes de nacer. Ese hubiera sido el lugar y el tiempo justos, para que nada quedara de él. Quizá la guitarra y el revolver su único activo, hubiesen quedado allí gestando un misterio.  Ya había agotado las ideas y desechado los consejos.  No podía olvidar, ni perdonarse. Las culpas deben pagarse, le habían dicho hacia mucho.  Por eso, esa sería la noche, la del abrazo final con la muerte, que  lo esperaría  indolente y silenciosa.  Fugado de su presente, terminaría su enojo con la vida. Caminaba más rápido hacia el final del camino, con las manos en ...

MI ENCUENTRO - Rolando José Di Lorenzo

—Solo te pido la verdad, no trates de engañarme! creeme que soy vos, después de muchos años. Te parecerá mentira, que la vida me haya dado la oportunidad de volver, para poder hablarte, o mejor dicho hablarme— Por más que se lo aclaraba, el joven que estaba absorto, mirándome, incrédulo y asombrado, solo atinaba a abrir la boca sin emitir sonido alguno. Insistí entonces: — ¿Por qué no me decís que pensás de mí y de lo que hice? Yo me acuerdo que eras muy crítico. Seguramente tendrás algo para decirme o recriminarme. En ese momento el joven, cambió su expresión y hasta con un poco de bronca, me contestó con otra pregunta: — ¿Por qué no lo hiciste…que te lo impidió?-  y me miró insistentemente, para que no minimizara su pregunta, para que no lo evadiera, ¿Por qué dejaste de lado todos mis sueños? —No lo sé ciertamente, fueron muchas cosas. El camino dobló para otro lado sorpresivamente y no supe cómo salir de él. — ¿No supiste o no tuviste  coraje?— Sus preguntas eran...

DESDE LA VENTANA - Rolando José Di Lorenzo

En una mesa de Marechiare nos juntamos y estábamos en plena charla, cuando recordé el caso de Doña Luisa. — ¿Ustedes saben lo que le pasó a la dueña de la pinturería con Darío? — ¿Darío? ¿Quién es ese? — dijo el Negro sorprendido — El empleado de la pinturería— dije— aunque ya no está más — Si, ya se — dijo Carlitos, al que no se le escapaba nada — vos también lo conocés Negro, un tipo gordito y pelirrojo, lo que no sabía era que se había ido…además… ¿saben que es un robot? — Ya se de quien hablas, ¡no me digas que es un robot! — dijo el Negro riéndose y mirándonos a los dos — Yo tampoco lo sabía, me enteré después del lio; porque es de los nuevos y no se nota, pero ¿Les cuento o no? — Les dije haciéndome rogar — Pero ojo que esto no es una broma, pasó enserio y lo sé de buena fuente. — Seguro que te venís con un drama, aunque pensándolo bien ¿los robots tienen dramas? – me dijo Carlitos preparándose para el relato —Y… ya los hacen tan iguales a nosotros, que en una de...

PESCANDO CON NICO . Rolando José Di Lorenzo

Llegamos temprano al muelle, había poca gente. Un viejo solitario en la punta y una pareja joven, a la que no le interesaba la pesca, sentados sobre el lado derecho.  Sacamos las cosas de la bolsa, acomodamos todo a nuestro alrededor y nos sentamos, para preparar las líneas. Miraba de reojo a Nico, se lo veía muy interesado y concentrado en la preparación, pero seguía con su rostro triste. Era un chico muy callado y algo introvertido, pero de a poco había logrado llegar a él, teníamos una buena relación.   Nos pusimos de pie, para lanzar las líneas, lo hicimos con buen resultado y nos sentamos a esperar. Eso es lo que hace un pescador, hacer las cosas bien, esperar y tener fe. —Si queres, mientras esperamos el pique, te puedo contar un extraño cuento, que me contó mi abuelo, hace más de sesenta años—Luego de decir esto lo miré rápidamente y vi que antes de decirme que sí, hacia un movimiento afirmativo con la cabeza y me miraba con interés. —Mi abuelo, cuando comen...

ALFONSO Y ALFONSITO — Rolando José Di Lorenzo

  — Alfonsito…Alfonsito, mi vida, ¿adónde estas? Hay mucho sol mi vida — la voz melosa de Marta, salía del interior de la carpa, donde estaba cómodamente sentada en una silla, evitando el sol del mediodía.   — Alfonsito… ¿estas allí bonito? No te vayas a quemar — seguía la madre tratando de obtener la respuesta de su hijo, que estaba jugando cerca de allí, pero lo suficientemente lejos como para oírla. — ¡Alfonso…ALFONSO!... ¿el nene esta allí con vos?  Cuidalo que no se queme mucho — la voz había cambiado, era mas dura, más áspera, Alfonso, que descansaba medio adormecido, a pleno sol en una reposera; escuchaba los llamados de Marta y luego confirmar que el nene estaba realmente cerca y fuera de todo peligro, con una expresión de cansancio le contesto:   —Si querida, quedate tranquila, el nene esta conmigo — Mientras decía esto, pensó: “Y tiene un pote y medio de pantalla solar” A tiempo que miraba atentamente al cielo y notaba un punto negro, un pájaro...

PEQUEÑA HISTORIA DE ALLÁ Y DE AQUÍ - Realidad y ficción - Rolando José Di Lorenzo

Mi pequeño homenaje a los inmigrantes, en este relato sobre mis abuelos .                                                                                                                                                                                          Giacomo, miró largamente su montaña, vio y sintió la nieve que la cubría.   Tantas veces había recorrido esos caminos, tantas veces había subido y bajado sus laderas, con o sin nieve. A veces, cazando conejos, o algún otro animal, que le sirviera para calm...

DON RAMÓN EN LA ISLA - Rolando José Di Lorenzo

Un recuerdo que siempre reaparece en mi mente, es el encuentro que tuve con un soñador, en un viaje al caribe.  Que por cierto me hizo mucho bien.    Don Ramón, era un hombre flaco y alto, con un andar descuidado y siempre vestido con total informalidad, raro para un tipo mayor.   Re cuerdo que alguien había comentado que ya había superado los 80 años y además según decían estaba solo allí, esto lo pude corroborar después.    Desentonaba un poco, siempre vestido, deambulando por todo el hotel, porque solo se lo veía en los lugares internos del mismo: los bares, el restaurante, el lobby, pero nunca en la playa o en la pileta.    Parecía que durante las horas de sol, el hombre se la pasaba en su habitación, muchas veces me lo imagine leyendo pesados libros, tendido sobre la gran cama de su cuarto, protegido del intenso calor de la isla, por el aire acondicionado.    Cuando volví de la playa, al medio día, agobiado por el c...

CALOR Y COLOR

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EL CANICHE Y EL PASEADOR - Rolando José Di Lorenzo - (Antologia de DUNKEN)

Juan, era un tipo grande ya, pero seguía siendo el paseador de perros del barrio. Algo lo mantenía atado a esa actividad, que tenía desde hacía muchos años. Generalmente eso lo hacían los jóvenes, pero él no sabía hacer otra cosa.  Su vasta experiencia lo capacitaba, según su propia opinión, para llevar muchos perros juntos, en paseos largos.    Por esos días estaba paseando entre doce y quince perros y los llevaba a lugares donde no había mucha gente. El lugar ideal, según él pensaba, era una calle paralela a las vías del tren, donde había más árboles y pastizales al lado del alambrado que las separaba las vías de la calle. Era un  lugar poco transitado, pero más seguro para sus perros.   Muchas veces a la tardecita se sentía muy solo en ese lugar, pero igualmente siguió concurriendo.    Entre los perros que llevaba, iba un caniche blanco, con el pelo enrulado y peinado de peluquería, que era de una señora muy elegante, que ocupaba un hermos...

MARINERO Y PESCADOR - Rolando José Di Lorenzo

Un hombre pegado al pasado, así era Remigio, hasta su nombre era antiguo y fuera de uso, sus padres lo habían signado desde el inicio. El, lo llevaba como una carga y que solo por el inmenso amor que había tenido por ellos, lo perdonaba.  El tiempo igual había pasado y el ya no era un chico, era un hombre grande, que estaba solo y soñaba con un pasado que había sido mejor.  Pero sabía que solo era un juego, una tramoya que le hacía el tiempo; le proponía creer que todo lo vivido en la juventud había sido maravilloso, inigualable, indescriptible. De tanto jugar  ese juego un día terminó por aceptarlo, por tomarlo por cierto y creer en aquellas lejanas aventuras, que solo había sido esbozos de éxitos envidiables, o simplemente engaños, como los  oasis del desierto.  Perdía el tiempo que ya no tenia, recordando y confundiendo hechos  y fantasías, o personas y fantasmas. En el momento de vivir, había dejado pasar muchas oportunidades, por mirar hacia adentro...