TIEMPO TORMENTOSO— Rolando José Di Lorenzo
Era una noche de
perros, llovía y con viento del sur. No andaban ni los gatos por la calle. “Para
que habré salido—me dije—Siempre igual”. De pronto vi el cartel luminoso del
bar: “Salvado—me dije—ahora a tomar un buen trago”. El bar no estaba muy concurrido, apenas una
mesa en el fondo con dos tipos, empeñados en ganar una vieja discusión, frente
a dos vasos casi vacíos. Me acomodé en
la barra, sentarme en una mesa me pareció hacer gala de mi soledad y no
pretendo demostrarle nada a nadie. El
barman, sin hablar y casi sin mirar, se
paró frente a mí y esperó que le pidiera algo, automáticamente dije:
—Un Johnny doble con hielo. Al cabo de unos
minutos, no tuve más remedio de repetir el pedido. Un rato después creo haberle
pedido otro.
La
música que sonaba era de primera, Jazz. Sinatra y Basie, un viejo disco que me
sabia de memoria. Mejoraba la noche. De repente, como salido de la nada, un tipo
estaba sentado a mi lado. La barra del bar era larga, pero se sentó en la
banqueta junto a la mía. “¿Qué raro— pensé—querrá pedirme algo?” Yo un poco turbado, seguí con mi Johnny.
Entonces él, con una voz que me sonó conocida pidió un Jack Daniels. Lo miré de
reojo y me produjo una mezcla de asombro y risa. “Mira que va a ser él—me dije—no
seas ridículo”. Él hombre volvió la cabeza y me dijo:
— ¿Tenés un cigarrillo?, acabo de terminar mi
paquete y con esta lluvia...
En ese
momento lo miré de frente y si, era él: Sinatra, se había corrido el sombrero
hacia atrás, era el Frank de los 40, con traje negro y moño, vestido para un
espectáculo. Miré para todos lados primero, eso me dio unos segundos para
recuperar la voz, cuando pude le dije:
— ¿Me estas cargando…no…no estas cantando?—Eso
fue todo lo que me salió, señalando tímidamente los parlantes del bar
—Tengo unos
minutos, ahora la banda sigue sola en este tema—Me dijo, también señalando los
parlantes que sonaban sobre el espejo de la barra. Pero no me animé a mirar el espejo. Rápido
saqué el atado de mi saco y le di uno, “Un faso de los míos—pensé—una cosa de
locos” Frank lo encendió con un viejo Dupont plateado, aspiró profundamente,
largó el humo despacio, canchero, luego tomó el vaso y le dio un buen trago, se
lo quedó en la mano y con la mirada perdida en los reflejos del bourbon, dijo
por lo bajo:
—No tengo ganas
de cantar esta noche —Tenía la mirada triste y distante, buscando algo muy
lejos—con este tiempo tormentoso—terminó diciendo mirando hacia la puerta.
— ¿Lo decís por
lo de Ava?—Se me escapó y me debo haber puesto colorado, lo sentí en las
mejillas. Pero no me pareció que le molestara, siguió fumando y tomando
pensativo
—Eso y más,
mucho más—contestó pensativo—Tengo que ir a buscarla…tiene que ser mía de
nuevo—No dijo nada más por un rato. Me sorprendió que la banda siguiera tocando
sin cantante. ¡Que le podía decir yo! que también estaba sufriendo lo mismo, también
estaba solo y dolía como si fuera Ava Gardner, la flaca de mierda que me había
dejado; lo comprendía, pero a este tipo no le puedo decir nada, las sabe todas.
— ¿Y vos, la vas
a dejar ir?—dijo sin mirarme, envuelto en una nube de humo—Hay que pelearla
muchacho, la vida no nos puede ganar así nomás—levantó la cabeza, tenía la
mirada cansada—No hay nada mejor que estar enamorado—Terminó con su Jack,
aplastó el cigarrillo con el zapato de charol y se fue. El barman, me tocaba insistentemente el
brazo, me despertó y amablemente me dijo:
—Amigo, mejor si
duerme en su casa, además ya tengo que cerrar—movía la cabeza mostrándome el
salón vacío, en el que no quedaba nadie más que yo, acodado en la barra, con la
espalda dolorida y saliendo del sueño.
— ¿Frank se fue?—pregunté
mirando hacia los lados sorprendido y despegando los ojos
— ¿Quién?—El
barman, preocupado siguió—No vino nadie con Ud.
Le hice un gesto como diciéndole que se
olvidara, mientras le pagaba. Tenía que volver a encarar la calle, se había
hecho tarde. Estaba solo y con este tiempo tormentoso.
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