NI ANTES NI DESPUÉS
NI ANTES NI
DESPUÉS
Rolando
José Di Lorenzo.
La sombra entrañable
de la noche, le ocultaba la cara. Ya lejos del griterío reciente y de la galleta
del tránsito. Caminaba mirando al sur, de donde venía el viento. Los ojos
entrecerrados, quizá por el humo del cigarrillo, que apretaba en sus labios.
Con paso firme, pero lento, avanzaba hacia su destino. Esa era su noche, la
noche del olvido, la del encuentro final. Había logrado al fin, viajar a su
pasado y ya estaba caminando en él. Su pueblo poco antes de nacer. El lugar y el tiempo
justos, para que nada quedara de él. Quizá la guitarra y el revolver su único activo,
quedarían allí y gestarían un misterio. Ya había agotado las ideas y desechado
los consejos. No podía olvidar, ni perdonarse. Las culpas deben pagarse, le
habían dicho hacia mucho. Por eso, esa sería la noche, la del abrazo final con
la muerte, que lo esperaría indolente y silenciosa. Fugado de su
presente, terminaría su enojo con la vida. Caminaba más rápido hacia el final
del camino, con las manos en los bolsillos. La derecha apretaba con fuerza la
empuñadura del arma, que ya no estaba fría. Cuando creyó llegar, miró a su
alrededor, como si quisiera despedirse. Pero no estaba en su lugar, era un
baldío frío, sucio y sintió asco. No era lugar para él, ni siquiera para su
última noche. Agobiado y confundido, apoyó el hombro en un tronco seco y retorcido.
Miró con desprecio ese trozo de madera, vano recuerdo de árbol. Aflojó la
presión sobre la culata del revólver.
Definitivamente, no era el lugar y quizá no era el tiempo. Nunca nada es
antes ni después, Además, ni estaba allí la muerte.
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