LA ESCALERA
LA ESCALERA
La escalera, que estaba al fondo del terreno de la
casa del tío Honorio, siempre había sido un misterio para Miguel. Estaba
apoyada en una pared muy baja, que los separaba del terreno del vecino. La
pared que era de ladrillos montados en barro, se veía muy vieja y estaba
gastada y en algunas partes rota, tanto que se veían las plantas de al lado. El
pequeño Miguel se paraba junto a esa vieja escalera que no llevaba a ningún
lado y se quedaba mirándola, preguntándose por que estaría allí. Era alta y
delgada y parecía que se afirmaba en el aire. Justo en ese lugar no había nada
alrededor, solo la pequeña pared donde se apoyaba. Muchas veces pensó treparla,
pero no se animaba porque no la sentía segura, posiblemente en cuando comenzara
a subirla se caería para el otro lado. Aunque muchas veces se imaginó llegar hasta
el último escalón y ver lejos muy lejos, quizá la vista llegara hasta el mar,
que estaba muy distante y no lo conocía. Otras veces imaginaba que luego de
subirla, desde lo más alto, vería el futuro o el pasado. Soñaba que desde allí
arriba elegiría su destino y podría ser el bombero o el policía que esperaba
ser cuando llegara a grande. Pero a pesar de su interés, nunca se atrevió a
poner un pie ni siquiera en el primer escalón. Una tarde cuando volvió a su
casa, juró que lo haría. Planeó que al día siguiente la treparía, le daba
vergüenza tenerle miedo a esa odiosa escalera que apuntaba al cielo y no servía
para nada. Entonces al día siguiente fue decidido al fondo del terreno, se paró
nuevamente frente a ella, puso sus manos a cada lado y apoyó el pie derecho, le
pareció en ese momento sentir una vibración extraña, como si tuviera corriente
y la soltó inmediatamente. Era imposible que estuviese electrificada, la miró
por todos los lados y se convenció de que no estaba conectada a ningún cable.
Se acercó de nuevo con bronca por haber sentido miedo, volvió a tomarla con las
dos manos y al apoyar el pie, no solo sintió la vibración, sino que además
escucho un ruido extraño, como el zumbido de un motor y de pronto comenzó a
sacudirse, como para desprenderse de él. Mario corrió hacia la cocina del tío,
saludó de pasada y de allí a su casa sin parar.
Si algo
caracterizaba a Mario era su tozudez volvió en cuanto pudo a la casa del tío y
pasó al fondo sin que nadie lo viera, no se detuvo hasta que estuvo al lado de
la escalera. La miró con furia y amenazándola a gritos con destruirla si no se
dejaba subir, la tomó con las dos manos con mucha fuerza, rápidamente apoyo el
pie derecho y en cuanto lo afirmo y puso el otro, la escalera rugió y comenzó a
subir rápidamente, zumbaba y vibraba por todos lados. Mario la abrazó con fuerza
y con terror vio cómo se alejaba del piso. Seguía subiendo y subiendo con gran
velocidad, siempre hacia arriba, derecho, pero muy alto. Demasiado alto para
Miguel, no sabía qué hacer, se acordó de las recomendaciones de la abuela y
comenzó a rezar, confundiendo las oraciones, pero no importaba seguramente Dios
lo escucharía igual, cerró los ojos y siguió rezando. De pronto sintió que lo sacudían fuertemente
y la voz del tío Honorio que decía:
_ ¡Marito…Mario! ¿Qué te pasa?_ los gritos del
viejo lo despertaron poco a poco, hasta que se dio cuenta de que estaba sentado
en el piso aferrándose las rodillas, muerto de miedo, entonces miró a los ojos
al tío y le dijo:
_ ¡Tío…me llevaba la escalera, me sacaba de aquí y
volaba y se iba lejos, muy alto! Mario con los ojos llorosos le relataba a su
tío lo sucedido, mientras el viejo lo miraba incrédulo, sorprendido y dijo:
_Escalera… ¿Qué escalera Mario?_ al tiempo que con
ambas manos mostraba todo a su alrededor y decía _Nunca tuve una escalera_
Rolando José Di Lorenzo
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