EL TRAPECISTA—Rolando José Di Lorenzo, Ada Inés Lerner, Carlos Enrique Salvador

 

El trapecista, todos los días se arriesgaba más y más. Quería alcanzar marcas que nadie hubiese conseguido, pero con esto no solo él se ponía en peligro, sino a su partenaire, su adorada Micaela, bella joven que también era su amante. Ella antes de cada entrenamiento o de cada función, le pedía, le implorara que se dejara de competir—“ya sos el mejor Lucas, has superado a todos los conocidos, pensá en vos…pensá en nosotros”—Pero parecía inútil.

El teatro estaba desbordado de público expectante y algo morboso que disfrutaba por anticipado. El cartel anunciaba que esa noche los trapecistas trabajarían sin red de seguridad. Toda la publicidad posible se había irradiado por la ciudad en grandes carteles blanco y negro, negro como llamando a la desgracia. Lucas llegó a la cima y balanceó su hamaca, miró a su compañera que a su vez repetía la entrada con todo el brillo de las lentejuelas y la armonía de su figura.

 Se lanzaron casi al mismo tiempo, dejando boquiabiertos a los espectadores. Ella giró en el aire y atrapó las manos del trapecista, quien la condujo hacia el otro extremo, sana y salva. Ahora fue ella quien se lanzó para sujetar al hombre. Él, cogido con fuerza del trapecio, tuvo un miedo repentino. Pensó que ella lo traicionaría o que el truco fallaría. Se paralizó en el aire y allí se quedó. Veinte años después continúa inerte, fusionado con el trapecio. Una curiosa atracción de circo.

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