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Mostrando las entradas de abril, 2015

SOLOS

Estaba sola, allí cerca, pero lejos. Él solo, también cerca y lejos. Era imposible verse,  hablarse. Solo estaban para ellos, dentro de ellos y solos. La angustia de la soledad, no los dejaba verse. Las lágrimas de la tristeza obnubilaban sus ojos. Cada vez más solos y más adentro.  Cada vez más empequeñecidos, iban desapareciendo lentamente y seguían solos. Se iban deshaciendo. Los dos estaban cerca, lejos y solos y no se vieron. En el instante final, se miraron, pero fue tarde. Ya no estaban.

CULPABLE DEL AMOR

De reojo pudo verlo, estaba escondido detrás de un pétalo de rosa y lo miraba fijo. Hizo de cuenta que no lo vio, siguió su camino y al poco tiempo, lo volvió a ver: lo seguía, y no lo podía creer. De pronto sintió que todos los sentimientos,  uno tras otro iban entrando y saliendo de su corazón.  Hasta que al final,  se apoderó de él  el amor. Volvió su cabeza para buscar al culpable y creyó verlo riéndose, montado en una mariposa, subiendo y subiendo.

DISTINTOS

Girando y girando al son del vals, se pasaron la noche, tomados apenas de las manos, haciendo volar los pies y  eran la admiración y la envidia. Eran el lujo de la noche de gala, donde los otros eran comunes, iguales a otros iguales.

OBRAS DE GONZALO GODOY

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LOS ESPEJOS DE CARLOS—Rolando José Di Lorenzo

— LOS ESPEJOS DE CARLOS—Rolando José Di Lorenzo Amaneció tardíamente, el invierno se hacía notar, los primeros rayos de sol hacían destellos en el hielo de las ramas de los árboles. A Carlos No le molestaba tanto el frio, como tener que levantarse tan temprano. < >, pensaba mientras se ponía las pantuflas y lo seguía pensado al tiempo que se lavaba los dientes y se peinaba como podía, siempre despertaba con los pelos revueltos y parados. Se miró por última vez en el espejo y lamentó las  arrugas y las bolsas bajo los ojos.  Antes de retirarse del baño notó que hasta sus ojos ya no eran los mismos, habían perdido el brillo que tanto le gustaba << ¿El espejo, o  la vejes se los opacaba?>> Salió rápidamente del baño;  ese espejo lo trastornaba.  Él sabía todo lo que hay que saber sobre los espejos, pero igualmente se sentía acosado por su reflejo burlón. En cambio el del living; que adornaba la pared junto al gran perchero de caoba, al lado...

DISPAROS—Rolando José Di Lorenzo

—DISPAROS—Rolando José Di Lorenzo Cuando Alejo comenzó a caminar hacia el auto, el hombre lo seguía desde la ventana del edificio, paso a paso.  A través de la mira telescópica, lo veía en detalle; su expresión cínica y desagradable ocupaba  todo el visor. No podía aguantar el deseo de apretar el gatillo, las gotas de sudor que corrían desde su frente caían en su mano y sobre todo en el índice, que se afirmaba cada vez más sobre el percutor.  Alejo, se detuvo un momento y miró hacia el edificio que tenía a su derecha, no sabía porque, pero lo hizo y sintió un escalofrió, que le recorrió su espalda. Se preocupó y en su cabeza sonó la alarma, no estaba seguro de nada, pero algo estaba mal. Se lanzó hacia la puerta del vehículo haciendo un zigzag incomprensible para los que estaban a su alrededor. Lo miraron como si vieran a un poseído, pero fue por poco tiempo, el guardaespaldas más cercano cayo atravesado  por el primer proyectil, lo mismo sucedió con el que est...

VIEJAS IMÁGENES DE PUERTO NECOCHEA QUEQUEN

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El Rayo — Rolando José Di Lorenzo, Luciano Doti & Ada Inés Lerner

“El Rayo” estaba cansado, realmente cansado, veinte años de superhéroe eran mucho para él. Se repetía constantemente que Superman o Batman tenían más de cincuenta o sesenta años, pero no le servía. Él había sido además un superhéroe de poca monta, no tenía el brillo, ni el fuego, ni el hielo y mucho menos la velocidad de los otros. Era un justiciero de barrio de una insignificante ciudad, había ayudado a muchos vecinos con serios problemas, pero solo eso. A tal punto llegaba su decepción, que comenzaba a reprocharse el día en que decidió ser “El Rayo”; si hasta le resultaba absurdo autodenominarse así, con ese nombre tan pretencioso. Se miraba al espejo, ataviado con su traje, y una mueca brotaba en su cara. Ella lo entendería. Si estuviera con él, lo abrazaría y... Bueno, si ella aún estuviera ahí, significaría que jamás habría ocurrido el motivo por el cual él se convirtió en “El Rayo”. Si ella aún estuviera ahí… con la sonrisa clara reflejada en su boca y en sus ojos, si sus abr...

DIBUJOS DE GONZALO GODOY

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EL NIÑO Y EL TREN - Rolando José Di Lorenzo - microrelato

EL NIÑO Y EL TREN —Papá, papá,  vamos, vamos a viajar en el tren—Así le gritaba Guillermito a Claudio, mientras le tironeaba insistentemente del suéter. — ¿El tren…de que tren me hablás?—Sorprendido Claudio al escuchar a su hijo—Querido si no pasa por aquí ningún tren, está todo abandonado y hace muchos años.   —No papi, vos no sabés…cuando lo vea venir de nuevo, te llamo y nos subimos—Claudio no se animaba a insistir en su negativa, le daba lastima, pero sabía,  de la imaginación de los niños. Dejó todo así por el momento y se fue a trabajar, pero no se sintió bien en todo el día, se le aparecía la imagen de Guillermito entusiasmado con viajar en tren y si bien no tenía remedio, pensaba como o,  que  tendría que hacer para compensarlo y darle algo que le gustara tanto como eso. Cuando llegó a la casa y antes de cenar, se fue caminando con su hijo hasta la vieja y derruida estación de trenes que estaba a solo dos cuadras de su casa. Se sentaron en ...

EL COLOR DE LA SANGRE -Libro policial negro - cuentos

Rolando Di Lorenzo incursiona en el género de la novela negra El escritor local habla acerca de su segundo libro “El color de la sangre” A fines del año pasado Rolando Di Lorenzo editó su segundo libro que lleva como título "El color de la sangre”, una obra integrada por 18 cuentos sobre amor, traición, venganza y muerte. En su primer trabajo "El martillo de José”, editado en agosto de 2013, el autor local abordó una temática totalmente diferente con una serie de cuentos, poemas y micro relatos "de amores y desamores” y además ha participado en antologías de diversas editoriales. Cabe destacar que "El color de la sangre” aún no ha sido presentado oficialmente pero Di Lorenzo adelantó que "la idea de la editorial es hacer una presentación conjunta durante el Festival de cuentos y novelas negras que se realizará en Mar del Plata en abril”. Respecto al nuevo material comentó que "son cuentos de amor, traición, venganza y muerte pero no desde el punto de...

ESCENAS: Protagonista "EL MAR"

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SOLOS Y LEJOS

 Estaba sola, allí cerca, pero lejos. Él solo, también cerca y lejos. Era imposible verse,  hablarse. Solo estaban para ellos, dentro de ellos y solos. La angustia de la soledad, no los dejaba verse. Las lágrimas de la tristeza obnubilaban sus ojos. Cada vez más solos y más adentro.  Cada vez más empequeñecidos, iban desapareciendo lentamente y seguían solos. Se iban deshaciendo. Los dos estaban cerca, lejos y solos y no se vieron. En el instante final, se miraron, pero fue tarde. Ya no estaban.

EL AMOR

De reojo pudo verlo, estaba escondido detrás de un pétalo de rosa y lo miraba fijo. Hizo de cuenta que no lo vio, siguió su camino y al poco tiempo, lo volvió a ver: lo seguía, y no lo podía creer. De pronto sintió que todos los sentimientos,  uno tras otro iban entrando y saliendo de su corazón.  Hasta que al final,  se apoderó de él  el amor. Volvió su cabeza para buscar al culpable y creyó verlo riéndose, montado en una mariposa, subiendo y subiendo.

¿CUANTAS VECES TE MATÉ?—Rolando José Di Lorenzo - Microrelato

¿CUANTAS VECES TE MATÉ?—Rolando José Di Lorenzo    Él siempre fue mejor que yo, me canse de soportar sus triunfos. Además, alto, rubio y con esa sonrisa sugestiva y conquistadora; todo le había tocado a él. Un tipo con esa estampa no debería ser bueno en el futbol, él lo era, igual que en el básquet, o al tenis o a la bolita. Por eso  dediqué mi vida a encontrarle las grietas, o los afectos, o los gustos, todo, no dejé pasar nada.        La primera vez que lo maté, fue cuando con engaños lo llevé por el tortuoso camino que lleva al río, allí, debajo del viejo puente y conseguí  mostrarle a su ídolo, su engañoso  hermano mayor, drogado y a los besos y abrazos con su mejor amigo. No daba crédito a sus ojos, me miraba con odio, pero no podía sacar la vista de la escabrosa escena, se tapó la cara para llorar sin que lo vieran, pero yo estaba allí a su lado, viéndolo.  El tiempo no mejoró mucho la situación, siguió siendo...

EL FUEGO DEL ODIO — Rolando José Di Lorenzo- De la antología Cien páginas de Amor

EL FUEGO DEL ODIO — Rolando José Di Lorenzo Cuando se encontraron, se miraron fijo. Ninguno de los dos quería bajar la vista. Ninguno iba a perder la partida. Muchos recuerdos oscuros, habían matado los buenos momentos. Estaban engañados, dolidos, rencorosos. Se seguían mirando, penetrando sus pupilas, traspasando los colores. Tantas cosas para reclamar, tantas otras para vengar. Solo eso quedaba entre ellos. No bajaron la vista y a cada instante, las miradas eran más duras. Afiladas y resplandecientes dagas salían y penetraban sus ojos. Y así siguieron  y con  el fuego del odio, se fueron fundiendo. Y la materia derretida, se iba amontonando en el piso, como una mermelada. No supieron hacer otra cosa, más que una mermelada roja de corazones muertos.

MIGUEL Y ELENA - Microrelato, de la antología: Cien Páginas de Amor

MIGUEL Y ELENA  —Rolando José Di Lorenzo    Miguel era un soñador empedernido que vivía  al margen de la realidad y Elena lo tomó por sorpresa esa mañana. La conocía, era inteligente y fría, de una belleza extraordinaria. Lo sabía aunque siempre la tuvo lejos, como algo digno de observación, pero todo cambio en un segundo cuando ella se dio cuenta que él existía. Elena se sintió profundamente conmovida al ver a ese muchacho deformado y flaquito, con una notoria cifosis, que caminaba lentamente, siempre mirando hacia abajo, saliendo de una casa vieja. Miguel se dio cuenta en ese momento que ella lo había descubierto y sintió que le corría la sangre por la venas, un estallido de adrenalina lo embargó, todo era nuevo y esplendido. Ella se le acercó y sin más le preguntó acercando su boca sensual a su enorme oreja: — ¿Me podrías decir si vive todavía aquí un Sr. Carballo?—  Miguel se esforzó en levantar la cabeza para tratar de mirarla, nunca la había tenido ...