EL FUEGO DEL ODIO — Rolando José Di Lorenzo
Cuando se encontraron, se miraron fijo. Ninguno de los dos
quería bajar la vista. Ninguno iba a perder la partida. Muchos recuerdos
oscuros, habían matado los buenos momentos. Estaban engañados, dolidos, rencorosos.
Se seguían mirando, penetrando sus pupilas, traspasando los colores. Tantas
cosas para reclamar, tantas otras para vengar. Solo eso quedaba entre ellos. No
bajaron la vista y a cada instante, las miradas eran más duras. Afiladas y
resplandecientes dagas salían y penetraban sus ojos. Y así siguieron y con
el fuego del odio, se fueron fundiendo. Y la materia derretida, se iba
amontonando en el piso, como una mermelada. No supieron hacer otra cosa, más
que una mermelada roja de corazones muertos.
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