UN DÍA UNA ETERNIDAD—Rolando José Di Lorenzo
— ¿Qué heces con ese traje de goma, te escaparás así
vestido?—dijo Juan sorprendido y molesto con la actitud de su hermano.
—No, bajaré al fondo de un pozo del que no se
sale, solo tiene escalera de bajada y
como me imagino que los bordes y paredes estarán mugrientos, sentiré asco y no
quiero arrepentirme.
Si no fuera por el terrible momento que estaban
viviendo, esa afirmación hubiera sonado como una broma macabra. Juan le gritó
que ya estaba por demás sucio y que él sentía asco por lo que había hecho.
¿Pero qué era eso del pozo y la escalera? No entendía nada. Por eso su hermano
le fue aclarando la situación
—Es cierto, debo dar asco, yo no lo siento, sé que
hice lo que debía, pero hay que soportar el castigo y eso es lo que estoy
haciendo
— ¡Y vos sos el juez y el verdugo, o Dios y el
Demonio! Decidiste que había que matarlos, lo hiciste y te asignaste el castigo—Habló
Juan tomándolo por los hombros y sacudiéndolo con rabia— ¿Consideras que un
suicidio es lo justo para vos y el resto y así das por terminada la historia?
—Yo creo que un día en el Infierno es una eternidad y
que una eternidad es un día. No será tanto y
para ustedes, será toda la vida sin mí—Luego se encaminó hacia el fondo
del campo, hacia donde estaban aquellas tenebrosas cavernas. Juan alcanzó a ver
que llevaba en su mano el mismo revolver usado en el crimen.
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