TE LO DIGO DE CORAZÓN — Rolando José Di Lorenzo
Como todos
los días, Jorge abrió la puerta y entró. No era bueno, él lo sabía, pero era su
responsabilidad y aunque no se sentía bien, igual lo haría: enfrentar el
problema repetido de todos los días. Abría
esa puerta y todo cambiaba, pero no lo podía evitar. Tenía que hacerlo, tenía
que ir allí siempre. Aunque también alguna
vez, le había sucedido, que entrando por otra puerta, igual lo había
encontrado. Una vez adentro, levantó la mirada con valor y
luego de mirarlo unos segundos, le dijo con la voz quebrada:
- Te lo digo de corazón, no tenes una idea de lo que has cambiado-
- ¿Yo cambiado? Vos sos el que es totalmente
distinto, te lo aseguro - Le contestó el
otro.
- Que equivocado estás, no solo eso, sino que
me porfias sobre algo que es indiscutible, con solo mirarte, vos también lo
notarías-.
- Que locura tenés encima, locura o esquizofrenia.
O no sé lo que te habrá dicho tu psiquiatra – Le contestó el otro
-¿Mi psiquiatra? ¿Ahora es mi psiquiatra? –
dijo Jorge
- Si, si, ¿de quien va a ser?, pero es
inútil, esta conversación es inútil – contestó el otro.
- Claro que es inútil, además de repetida. Todos
los días lo mismo, me tenés cansado, cada mañana me destrozo al venir a verte
-
Jorge le decía esto y lo miraba atentamente. Sorprendido,
asustado, con una mirada de incredulidad, pero además de tristeza. Se daba
cuenta de que todo eso ya no tenía remedio, por más que el psiquiatra lo
estimulaba y le decía que iba a mejorar. Él lo veía cada vez peor y continuo:
- Me voy, quiera dios que cuando vuelva te
encuentre mejor-
- Dale con eso, vos tenés que volver mejor. A
vos te están haciendo el tratamiento-
- Basta, ya está, dejate de locuras, o no
vengo mas –
- “No vengo mas, no vengo mas”, todos los días
me decís lo mismo y ni siquiera te das cuenta, de que solo soy el espejo del
baño…Dios mío que locura.
Jorge salio de allí, no podía entender todo
ese enfrentamiento inútil. Antes no había sido así, por muchos años fueron como hermanos, o más
aun, como uno solo. Ahora todo se había
roto. Para colmo, el otro le había
dicho que era solo el espejo del baño. Le habían quedado bien grabadas y le
quemaban la cabeza esas palabras: “Solo soy el espejo del baño” había dicho, y algo más, terminó diciendo, “Dios mío, que
locura” Él ahora, también insinuaba que
estaba loco… ¡Por favor, esto tendría que terminar y pronto!
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