EL INSOPORTABLE CRASSO —Rolando José Di Lorenzo-Relato que integra la Antología de Editorial Alma de Diamante

EL INSOPORTABLE CRASSO   —Rolando José Di Lorenzo 

   Carlitos, era empleado de un contador famoso, con un estudio contable de puta madre, con una clientela acorde, de mucha guita, los importantes de la ciudad.    Para eso el gordo era mandado a hacer, era un empleado eficiente, callado, seguro, confiable y sobre todo reservado, todo lo que sabía y hasta lo que sospechaba, quedaba en él y es más, se iría con él a la tumba.     También era así en su vida, callado, confiable y solitario, no quería joda.    El gordo vivía en un departamento muy lindo, con buena vista, en el centro y a pocas cuadras de la oficina donde trabajaba.   No tenía auto y para todo usaba remises, hasta para ir al cine los sábados por la noche, o para ir al restaurante antes del cine o el domingo al mediodía, todo previsible, todo organizado y así era feliz.
   Ese martes al mediodía, se le ocurrió hacer un cambio y en él, eso era mucho, hasta demasiado.   Y para los dioses que lo miraban, también, por un rato le soltaron la mano, quizá para ver como reaccionaba, como se defendía en un momento abrumador.
    Recién había salido de la oficina y como el día estaba lindísimo, decidió caminar las siete cuadras hasta su departamento.     Todo le parecía raro, la cuadra llena de gente, entrando o saliendo del Banco que estaba en la esquina, algunos eran clientes del estudio, otros conocidos y la mayoría extraños.    Extraños para él, porque casi todos eran personas que a diario transitaban esa zona, la gente de su ciudad.     El sol caía manso, estaba cálido el ambiente, se estaba poniendo contento con su decisión de caminar y entonces todo comenzó:
        - ¡Gordo….Che, gordo! - Los gritos chillones venían de atrás, inmediatamente pensó que eran para él, pero trató de no darse vuelta y siguió caminando
        - Che, Carlitos……para loco, a vos te hablo.  -  No tenía mas remedio, se dio vuelta despacito y ya se sintió molesto
        - ¡Gordo estas igual!, te reconocí enseguida, ¿te acordas? ­-   El petiso que tenía ahora adelante, estaba casi a los saltos y movía los brazos de atrás hacía adelante, como para abrazarlo.
       - ¡Que lo parió Carlitos, tantos años!….no sé,  ¿30 años?  Che, reaccioná  ¿te acordás no? -  
   El tipo seguía hablando y cada vez más fuerte, la gente que pasaba ya los miraba con curiosidad y así aumentaba la vergüenza del gordo, ¿Que le estaba pasando? ¿Porque ese monigote lo requería a los gritos en la mitad de la vereda de su oficina?   Carlos estaba cada vez mas avergonzado, miraba para todos lados, tratando de ver por donde podía escapar, pero además, no le salía ni una palabra.

      - En serio gordo ¿no te acordás de mí?   Crasso, ché, me sentaba detrás tuyo, a ver, fue en cuarto o quinto grado, yo tenía de compañero de banco al negro Fernández y vos…y vos, puta, no me acuerdo, pero era un gordito medio mariconaso, chiquito…..no, no me acuerdo el nombre, pero no importa eso, decime la verdad Carlitos ¿no te acordás de nada de eso?
      - No, no, le aseguro que no recuerdo nada, no sé….se me habrá olvidado, usted dice que hace tanto tiempo – El gordo balbuceaba y se ponía colorado – Perdóneme señor
      - ¿Señor?  Che, ¿vos estás loco además de desmemoriado?, fuimos compañeros de colegio ¿y me decís señor?     A ver…..claro, deben ser mas de 30 años, quizá 40, pero igual, los días del colegio no se olvidan gordo, hacé un poquito de memoria, estaban adelante: El flaco Pérez, Franco, creo que se llamaba, si, Franco Pérez….pobre flaco que en paz descanse, ¿sabes que se murió no?  Y mal, creo que se tiró de una terraza, o de una ventana, no se bien, me lo contaron hace tiempo y el otro era Martínez un petiso negrito, si, Martínez, ese era medio compinche tuyo ché…. ¡como no te vas a acordár!
      - No, por favor le digo que no, no quiero que se enoje, ni es mala educación, pero en este momento le diría que casi ni me acuerdo de la escuela, es más no sé si fui a la escuela, se me borró todo.
      - Que lo parió gordo, siempre fuiste medio…..bueno, dejalo así, pero no creí que te seguía la cosa...jajajajajaja   - la risa del petiso fue el colmo, ya todos lo que pasaban los miraban con asombro.
       - Insisto se…don Crasso, no lo recuerdo y la verdad es que debo seguir andando, porque se me hace tarde y estoy trabajando – la mentira que había dicho lo hizo enrojecer mas aún, pero si le decía que iba para su casa este tipo se le metería adentro y no lo sacaría mas –
      - Pero no me vas a dejar así loco, porque yo no estoy equivocado, nunca me equivoco con la gente.  Tengo una memoria de elefante…..si ya se el chiste, de elefante tengo solo la memoria, el resto es de hormiga ¿no? decilo, ya no me jode más el tema, soy petiso y listo, me- la- ban-co  - Así deletreaba casi con enojo el me la banco y siguió: - Pero vos veo que no asumiste nunca que sos un gordo tímido….o boludo….no señor, seguiste igual que en el cole, grandote al pedo, siempre con los cachetes colorados de vergüenza y ahora me venís a decir que no tenés memoria, cuando antes te sacabas 10 en todo, leías la lección y la decías de memoria, no me jodas ¿queres ?  ¿O me estas tomando el pelo?
   Para entonces Carlos, había comenzado a retroceder lentamente, el enano estaba cada vez mas enojado y hasta la daba miedo, pensaba: “¿Que haría así enojado? ¿Se daba cuenta de que lo estaba insultando? o por lo menos provocando”.      No sabía que hacer, el en ningún momento lo había ofendido, ¿Que le pasaba a este tipo?, quería decirle algo, para calmarlo, pero no sabía que, porque en una de esas se enojaba mas. Juntó coraje y dijo:
       - Crasso, cálmese…yo no le falte el respeto en ningún momento – decía esto con calma, pero con vos temblorosa, el gordo ya estaba asustado – no se enoje y déjeme seguir mi camino
       - ¿Como? Ahora me querés decir que te estoy interrumpiendo el camino…. ¿qué me querés decir? ¿Que te estoy secuestrando? Pero decime un poquito, pedazo de boludo quien te crees que sos.   Yo me alegro de verte después de tantos años, te saludo ¿y me contestás con esto? Pero por que no te vas al carajo, no me hagas perder mas tiempo...si.   Yo estoy perdiendo el tiempo, porque no estoy caminado al pedo como vos, tengo una entrevista en el banco y ya me estoy excediendo con el tiempo, ¡Pero que te habrás creído!, siempre fuiste igual, un gordo traga que nunca me diste una mano con la lecciones, ni a mi ni a nadie.   Haceme el favor seguí tu vida y dejame de joder - 
   El petiso dejó de hacer esos movimientos extraños con los brazos, se dio vuelta y salió caminado rápido y todavía puteando a Carlitos, que lo miraba irse con una sensación de estar terminando el peor momento vivido en mucho tiempo, en  años diría.
   Crasso, seguía caminando cada vez más ligero, protestando y puteando a ese gordo estúpido…Como era posible que se hubiera olvidado de todo, ¿que tenía en la cabeza?   Lo único que faltaba era que se fuera pensando que él estaba equivocado, justamente él que nunca se equivocaba con las personas.   Lo que más le molestaba era que no se acordaba bien si eran 30 o 40 años, o 33 o 38, carajo tendría que pensarlo bien, sacar las cuentas como corresponde.     Tampoco se acordaba el nombre del compañero de ese gordo idiota, el gordito chiquito…claro que,  también lo veía al gordo muy joven.    Parecía mucho mas joven que él, recién se estaba dando cuenta de eso, lo que pasa es que era tan arrebatado, que a veces no pensaba lo suficiente antes de hablar…..Seguía caminando rápido y con pasos fuertes, golpeando el piso con los talones, ¡que mierda a ver si el gordo ese tenía razón! Se decía furioso.
   Para esto Carlos, ya más tranquilo, lo miraba alejarse, se rascaba la cabeza y pensaba, pero no se acordaba ni del flaco Pérez… (Que en paz descanse), ni de Martínez, ni de Fernández.     Ya preocupado por su falta de memoria.    Además se estaba dando cuenta de que ese hombre, Crasso, tenía pinta de ser mayor que él, tenía mucha canas…. ¿Y hablaba de 30 o 40 años?   ¿No estaría equivocado el hombre?  Estaba tan agotado que no quería sacar las cuentas,  Además el petiso había salido caminando en sentido contrario al banco, le pareció raro, no llegaría a tiempo a la reunión que dijo tener… Ahora se daba cuenta de que tenía hambre y todavía le faltaban recorrer las siete cuadras hasta su casa… ¡No señor, mañana se iría en taxi como siempre!


   El petiso seguía caminando, ya más tranquilo, pero de golpe se le cruzo la idea…  ¿No me habré equivocado?   ¡Eso debe ser, me equivoqué de tipo!…y bueno, ¡que se joda ese gordo boludo!  Pensó enojadísimo.                      

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