EL TÍO OB - Micro relato
EL TÍO OB.
Dotti…Dotti…no
te alejes linda- Los gritos del Tío Ob, hicieron dar vuelta a la niña rubia,
que corría riendo alegre colina abajo. Miró al pobre Tío, que trataba de
alcanzarla a los tropezones, su gordo cuerpo no podía con el terreno. Dotti seguía
corriendo, porque le apasionaba descender por la colina a toda la velocidad que
le daban sus piernas.
-Dotti, espérame
por favor, te puedes caer, no corras…- Ob, no podía creer como la bestia de su
cuñado, podía haber llamado Dorotea a su hija, Dorotea, esa preciosura alegre y
vivás. Aunque él no podía discutir mucho el tema, su dictatorial padre lo había
marcado para toda la vida con su nombre: Obdulio, Obdulio, que seguramente
debería haber sido el nombre de algún antepasado, de improbable bonhomía. Suerte
que ante tal desgracia su madre había comenzado a llamarlo Ob, soportando los reclamos
furiosos de su padre: Nazareno II. Todo eso pensaba Ob mientras trataba de
alcanzar a la niña, que cada vez se alejaba más y más. Para colmo de males su bella hermana Hermelinda,
se había casado con el perfecto e intachable ciudadano Abelardo III, hijo de
conocidos delincuentes de guante blanco, esos que manejan políticos y jueces.
Cosa que él no había dejado de lado y continuaba con la corrupción de su
familia.
-Dotti, por
favor detente, espérame, que te vas a lastimar…- Seguía gritando el Tío y la
niña lo oía, pero seguía con su juego. El bueno del Tío Ob siempre jugaba con
ella y era el único que la colmaba de besos y abrazos, además de chupetines y
caramelos. Aunque no sabía porque su padre, siempre le decía que tuviera
cuidado con ese gordo tarambana. Dotti, pensaba esto al tiempo que trataba de
imaginar, que significaba lo de “gordo tarambana”. Lo miró nuevamente, en el
preciso momento en que rodaba por el pastizal amarillento de la colina. Se
detuvo un momento, pero en cuanto vio que el tío se levantaba apresurado,
comenzó a correr nuevamente. Ella solo quería llegar al bosquecito antes que
Ob. Ser la primera, como le decía siempre su padre. Y lo estaba consiguiendo.
Ob, no podía más,
sus piernas no le daban, pero de ninguna manera dejaría sola a la niña. Aunque
solo sirviera para cuidarla, lo haría, hasta el último suspiro. Nada le había
salido bien en su vida, soñó con ser músico y nunca supo diferenciar un Do de
un Mí. Cuando intentó con la pintura, no solo no pudo imaginar una escena digna
de ser pintada, sino que sus dibujos y trozos no pudieron dar forma ni siquiera
a un mísero círculo. Y luego la literatura, escribir…
- Dotti, niña,
no me hagas correr más, espérame por favor- Seguía gritando y en un momento
determinado de la bajada, notó que sus piernas no lo soportaban más, al tiempo
que dentro de pecho algo estallaba en mil pedazos. Se le desgarraba el corazón
y por más que ya de rodillas, se apretara con ambas manos, tratando de sostener
la vida, se daba cuenta de lo que pasaba, su pobre corazón había claudicado,
había terminado vencido en la dura lucha contra su gordura. Contra su
indiferencia.
-Dotti,
pequeña…-Las palabras apenas salían de su boca, abierta a mas no poder, para
tomar la mayor cantidad de aire posible. De pronto cayó de bruces y sintió en
su cara la frescura del pasto de la colina.
La niña cuando
volvió su carita sonriente por última vez antes de llegar a la sombra del
bosquecito, vio que el tío Ob esta caído en el pasto. Dejó de correr y
llamándolo a gritos, comenzó a desandar el camino, lentamente primero y
corriendo luego, para llegar hasta él.
Cuando llegó, notó la cara enrojecida de Ob y su boca abierta y escuchó
detenidamente lo que trataba de decirle:
-Dotti, por
favor no te alejes, quédate conmigo...seguramente nos vendrán a buscar
enseguida… Niña, no te vayas sola…yo descansaré un ratito…y…luego…- Por más que
la niña acercó su oreja a la boca del tío, ya no escuchó nada más.
Se sentó al lado
del hombre inerte, apoyó su manito sobre la cabeza de su tío amado y mirándolo
fijamente, comenzó a llorar.
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