LA ESCALERA - Microrelato
LA ESCALERA
La escalera,
que estaba al fondo del terreno de la casa del tío Honorio, siempre había sido
un misterio para Mario. Estaba apoyada en una pared muy baja, que los separaba
del terreno del vecino. La pared que era de ladrillos montados en barro, se
veía muy vieja y estaba gastada y en algunas partes rota, tanto que se veían
las plantas de al lado. El pequeño Mario se paraba junto a esa vieja escalera
que no llevaba a ningún lado y se quedaba mirándola, preguntándose por que
estaría allí. Era alta y delgada y parecía que se afirmaba en el aire. Justo en
ese lugar no había nada alrededor, solo la pequeña pared donde se apoyaba.
Muchas veces pensó treparla, pero no se animaba porque no la sentía segura,
posiblemente en cuando comenzara a subirla se caería para el otro lado. Otras
veces se imaginó llegar hasta el último escalón y ver lejos muy lejos, quizá la
vista llegara hasta el mar, que estaba muy distante y no lo conocía. También
imaginaba que luego de subirla, desde lo más alto, vería el futuro o el pasado.
Soñaba que desde allí arriba elegiría su destino y podría ser el bombero o el
policía que esperaba ser cuando llegara a grande. Pero a pesar de su interés,
nunca se atrevió a poner un pie ni siquiera en el primer escalón. Una tarde cuando
volvió a su casa, juró que lo haría. Planeó que al día siguiente la treparía,
le daba vergüenza tenerle miedo a esa odiosa escalera que apuntaba al cielo y
no servía para nada. Entonces al día siguiente fue decidido al fondo del
terreno, se paró nuevamente frente a ella, puso sus manos a cada lado y apoyó
el pie derecho, le pareció en ese momento sentir una vibración extraña, como si
tuviera corriente y la soltó inmediatamente. Era imposible que estuviese
electrificada, la miró por todos los lados y se convenció de que no estaba
conectada a ningún cable. Se acercó de nuevo con bronca por haber sentido
miedo, volvió a tomarla con las dos manos y al apoyar el pie, no solo sintió la
vibración, sino que además escucho un ruido extraño, como el zumbido de un
motor y de pronto comenzó a sacudirse, como para desprenderse de él. Mario
corrió hacia la cocina del tío, saludó de pasada y de allí a su casa sin parar.
Si algo caracterizaba a Mario era su tozudez
volvió en cuanto pudo a la casa del tío y pasó al fondo sin que nadie lo viera,
no se detuvo hasta que estuvo al lado de la escalera. La miró con furia y
amenazándola a gritos con destruirla si no se dejaba subir, la tomó con las dos
manos con mucha fuerza, rápidamente apoyo el pie derecho y en cuanto lo afirmo
y puso el otro, la escalera rugió y comenzó a subir rápidamente, zumbaba y
vibraba por todos lados. Mario la abrazó con fuerza y con terror vio cómo se
alejaba del piso. Seguía subiendo y subiendo con gran velocidad, siempre hacia
arriba, derecho, pero muy alto. Demasiado alto para Mario, no sabía qué hacer, se
acordó de las recomendaciones de la abuela y comenzó a rezar, confundiendo las
oraciones, pero no importaba seguramente Dios lo escucharía igual, cerró los
ojos y siguió rezando. De pronto sintió
que lo sacudían fuertemente y la voz del tío Honorio que decía:
— ¡Marito…Mario! ¿Qué te pasa?— los gritos del
viejo lo despertaron poco a poco, hasta que se dio cuenta de que estaba sentado
en el piso aferrándose las rodillas, muerto de miedo, entonces miró a los ojos
al tío y le dijo:
— ¡Tío…me llevaba la escalera, me sacaba de aquí y
volaba y se iba lejos, muy alto!— Mario con los ojos llorosos le relataba a su
tío lo sucedido, mientras el viejo lo miraba incrédulo, sorprendido y dijo:
—Escalera… ¿Qué escalera Mario?— al tiempo que con
ambas manos mostraba todo a su alrededor y decía —Nunca tuve una escalera.
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