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Mostrando las entradas de agosto, 2016

EL ZAPATO DE PILíN - Rolando José Di Lorenzo

   Pilín todos los domingos a la mañana, salía con su papa a pescar, en el río que pasaba cerca de su casa. No era ese un lugar de pesca abundante, pero lo suficiente. A Alfredo, el papa de Pilín, lo que más le gustaba era estar al lado de su hijo y a este le pasaba lo mismo. Aunque todo pescado era bien venido, porque aliviaba la economía familiar, que en esos días estaba bastante mal. Alfredo trabajaba desde hacía muchos años en el mismo lugar, una fábrica de tejidos, pero la paga era cada día más baja. La economía regional y local, ayudaba a eso y los patrones no veían mejor oportunidad que recurrir a esas escusas para no aumentar los sueldos. La vieja historia del hombre pobre.  Por eso, las mañanas de los domingos eran tan queridas por ambos, los acercaba y así mas juntos se sentía apoyados y confortados.    Ese domingo Las zapatillas de Pilín estaban recién lavadas por su mama y además destinadas para la escuela. Entonces decidieron que igual saldrían...

CORRIENDO — Rolando José Di Lorenzo

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Trotaba por la playa sobre la lengua de agua. Sus pies golpeaban fuertemente el agua, levantando frías gotas que llegaban hasta sus rodillas. Era un gran esfuerzo, pero recompensado. Se sentía sano, fuerte y se imaginaba mezclado con los atletas del comienzo “Carrozas de Fuego”, hasta le parecía escuchar a Vangelis con ese magnífico tema. Pero no se puede correr sin mirar y menos él. No vio el pozo, hecho en la arena, casi cubierto por el mar y cayó, como siempre. Allí se quedó

DIME -

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TIEMPO TORMENTOSO - Rolando José Di Lorenzo

Era una noche de perros, llovía y con viento del sur. No andaban ni los gatos por la calle. “Para que habré salido—me dije—Siempre igual”. De pronto vi el cartel luminoso del bar: “Salvado—me dije—ahora a tomar un buen trago”.  El bar no estaba muy concurrido, apenas una mesa en el fondo con dos tipos, empeñados en ganar una vieja discusión, frente a dos vasos casi vacíos.  Me acomodé en la barra, sentarme en una mesa me pareció hacer gala de mi soledad y no pretendo demostrarle nada a nadie.  El barman, sin hablar y casi sin mirar,  se paró frente a mí y esperó que le pidiera algo, automáticamente dije:  —Un Johnny doble con hielo. Al cabo de unos minutos, no tuve más remedio de repetir el pedido. Un rato después creo haberle pedido otro.     La música que sonaba era de primera, Jazz. Sinatra y Basie, un viejo disco que me sabia de memoria.  Mejoraba la noche.  De repente, como salido de la nada, un tipo estaba sentado a mi lado. L...

COSAS DE NIÑOS Y MONSTRUOS

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UN TAXI DE IDA Y VUELTA -. Rolando José Di Lorenzo

Todo comenzó aquel día, en que ella bajó de un taxi, quizá el mismo que ahora se la llevaría de allí  y se dirigió al pequeño bar, por casualidad.    El mismo bar, que se convertiría mas tarde, en el lugar de ellos, el lugar de la reunión amable, de las charlas sobre cine, de las discusiones sobre historias y cuentos.   Un lugar donde lo menos importante era lo que iban a tomar o a comer, donde lo importante eran ellos, Marina y Franco, ellos, que habían descubierto el amor y que lo llevarían adelante, contra viento y marea, según se habían prometido.    Marina, no era una heroína típica de las novelas de amor, era bajita y delgada, quizá demasiado pequeña, una carita similar a otras tantas, de las que se ven en cualquier vereda, de cualquier lugar.     Pero su voz llamaba la atención, melodiosa, baja y suave, como el fondo de sus ojos, como su mirada, que dejaba a su alma desnuda y vulnerable.     Él, ve...

LA GASEOSA - Rolando José Di Lorenzo

El Negro Ferretti, había tenido que ir hasta el centro, para comprar unos tornillos que le faltaban, para terminar el trabajo en la caja de la camioneta de un cliente. Era un día soleado y ventoso, quizá demasiado ventoso, pero igual estaba bueno, no había humedad y no hacia frío.               Cuando hubo terminado con su compra y caminaba hacia su camioneta, se acordó que en su casa, se habían quedado sin gaseosas y como a media cuadra de allí, habían abierto un nuevo súper chino, se encaminó hacia el.   Cuando salía del súper con el pack de gaseosas en mano, se encuentra de golpe con Jorgito, un viejo conocido, casi amigo, de siempre, de la escuela o de salidas de juventud. Se asombró al verlo tan envejecido y gordo  “¿Cómo podía ser?  Era unos años menor que él” -   Pensó el Negro enseguida.   - ¡Negro! – exclamó Jorgito – ¿que hacés por acá?   - ¡Jorgito tanto tiempo! – Resp...

EL FUEGO DEL ODIO — Rolando José Di Lorenzo

Cuando se encontraron, se miraron fijo. Ninguno de los dos quería bajar la vista. Ninguno iba a perder la partida. Muchos recuerdos oscuros, habían matado los buenos momentos. Estaban engañados, dolidos, rencorosos. Se seguían mirando, penetrando sus pupilas, traspasando los colores. Tantas cosas para reclamar, tantas otras para vengar. Solo eso quedaba entre ellos. No bajaron la vista y a cada instante, las miradas eran más duras. Afiladas y resplandecientes dagas salían y penetraban sus ojos. Y así siguieron  y con  el fuego del odio, se fueron fundiendo. Y la materia derretida, se iba amontonando en el piso, como una mermelada. No supieron hacer otra cosa, más que una mermelada roja de corazones muertos.