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Mostrando las entradas de agosto, 2015

FERIA DEL LIBRO Y DE LAS ARTES NECOCHEA

Miguel Vitagliano nació en 1961, en Floresta, Buenos Aires. Es profesor de Teoría Literaria en la Universidad de Bueno Aires. Su obra para radio Luna de frontera recibió en 1993 el primer premio en el Concurso Nacional de Obras Radiofónica, organizado por el Instituto Goethe y Radio Clásica, entre otras instituciones. Ha publicado los ensayos La novela extraña de Sicardi (1996), Lecturas críticas sobre la narrativa argentina (1997) y, en coautoría, El terror y la gloria. La vida, el fútbol y la política en la Argentina del Mundial 78 (1998); también las novelas Posdata para las flores (1991), el niño perro (1993), Los ojos así (Tusquets editores, 1996) y Cielo suelto (tusquets editores, 1998). Por su novela los ojos así recibió en la ciudad de Berlín el Anna-Seghers-Preis 1996, premio con el que se distingue anualmente la obra de un escritor latinoamericano. El jueves 17 este autor nos va a estar acompañando en la Feria. No te lo pierdas.

Google le da la extremaunción al Flash

Google le da la extremaunción al Flash A partir de mañana el navegador Chrome dejará de usar Flash en casi todas las instancias en las que se encuentre con contenido de este tipo en una página Web, salvo que lo que está en Flash sea vital para la carga de un sitio, según informó Google , cumpliendo con lo que había adelantado a principios de junio . A diferencia de otros browsers, Chrome cuenta con una versión de Flash incorporada dentro del navegador.Así, la compañía promoverá -como otros desarrolladores de navegadores- el uso de HTML5, por ser más eficiente en el uso de los recursos de la computadora y por ser más seguro, tanto por los problemas de seguridad de la plataforma en sí como por el uso de falsos alertas que recomiendan actualizarlo y son, en realidad, código malicioso.El impacto se notará, sobre todo, en avisos y videos; de hecho, YouTube (propiedad de Google) abandonó hace tiempo su versión en Flash (lo que trajo algunos problemas a los usuarios de los primeros Smart TV)...

Recordando la muerte de JOHN FORD. Algunas de sus peliculas

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327—El pianista—Rolando José Di Lorenzo

Entonces;  en esos momentos especiales, él se sentaba al piano y ejecutaba una música que ninguno de nosotros conocía, seguramente que nadie hubiese escuchado nunca, pero sonaba bien. Las notas se engarzaban unas a otras y todas con el ambiente,  los colores, los sentimientos  y esos extraños sonidos nos embargaban y todo era mejor, nos sentíamos bien. Lo veíamos elegante, su posición ante el instrumento era esplendida. Alejaba e l taburete y sus largos brazos llevaban sus agiles manos ante el teclado y las depositaban en él con delicadeza. Su espalda algo inclinada hacia adelante, los pies en los pedales, para lo cual debía extender  el ángulo de sus piernas, hasta una posición que hubiera sido imposible en otra persona. Levantaba la cabeza y su mirada pasaba por sobre el piano y se iba lejos…muy lejos, como si estuviera leyendo una partitura en otro lugar, en otro tiempo y comenzaba la música. No es que quisiéramos que ese momento llegara, solo ocurría, de pron...

RENE MAGRITTE

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Bifurcación El sendero se bifurcaba allí Donde sus citas se repitieron Donde los besos cayeron de las hojas Y abrazaron el tronco cubriéndolo El sendero se bifurcaba allí Donde las promesas flotaron en la brisa En el lugar de los abrazos frenéticos De la entrega de uno en otro. El sendero se bifurcaba allí Y lo imposible al fin fue posible Y uno por cada lado, siguieron La bifurcación del sendero. Rolando José Di Lorenzo

LOS FANTASMAS DEL “ARTEMIO GAMBETTA”—Rolando José Di Lorenzo

Los fantasmas se levantaban desde el césped y comenzaban una danza extraña, corrían de aquí para allá, saltaban, se arrojaban al piso y todos parecían perseguir algo invisible a los ojos aterrorizados del pobre canchero. Esa noche, don Pedro no pudo dormir, estuvo a punto de huir de la habitación que ocupaba bajo la tribuna de cemento del Artemio Gambetta, cancha del “Pelotazo futbol club” pero desafiando a sus temores se quedó para cumplir con su responsabilidad. A la mañana siguiente, con el recuerdo de la terrorífica noche, lo fue a ver al sacerdote del pueblo, nadie mejor que él para entenderlo.  El párroco no daba crédito a sus oídos, pero conocía bien a don Pedro; algo había visto el hombre y lo acompañaría en la extraña situación. Esa misma noche, juntos caminaron ocultos por alambrados y gradas, hasta el lugar donde el hombre había visto a los fantasmas. Al rato de estar allí y exactamente a la media noche aparecieron. De nuevo con su extraña danza, solo que ahora co...

— La Noche del Temporal—Rolando José Di Lorenzo.

Sabino subía la escalera de su vieja calle; que lo llevaría a la avenida, como si no le importara la cantidad de escalones que había superado ni los que le faltaban para llegar. Estaba inmerso en sus pensamientos, no veía lo que pasaba a su alrededor, ni lo que había andado desde que había salido de su casa. Estaba atormentado por los recuerdos y horrorizado por sus presentimientos. Llegó por fin  a la avenida arbolada sacudida por el viento, sin darse cuenta pisaba con fuerza, salpicando el agua acumulada por las lluvias recientes. El cigarrillo que colgaba de sus labios estaba apagado y se movía al ritmo de sus pasos. Sentía mucho frio, las solapas del impermeable levantadas, no alcanzaban para proteger su cuello del viento helado y húmedo. Pero tenía que seguir andando, no faltaba mucho, terminaría de recorrer la avenida y luego seguían las oscuras y fatales cinco últimas cuadras a la derecha, que estarían llenas de barro y pastos mojados. Se cruzó con otros que andaban com...

LA DUDA --- Rolando José Di Lorenzo

   No le diría nada a nadie, había llegado a esa conclusión cansado de tantos consejos inútiles. Se iría de allí  para siempre. No lo verían más, total nunca lo valoraron. No les debía nada. No les brindaría el espectáculo de un enojo o un portazo, no lo merecían. Cargaría sus pocas cosas y a recorrer los caminos del mundo, olvidándose de su pasado; que por suerte era tan  corto que no le costaría mucho hacerlo desaparecer.  Mientras juntaba su ropa y la metía en el bolso, Carlos pensaba en esas cosas y muchas más, porque también trataba de  imaginar su futuro y ese era su gran problema, su gigantesco problema. No estaba seguro de nada, ni siquiera de su capacidad— ¿No sería verdad, eso de que no era bueno para nada?-— Tantas veces se lo habían dicho, que había ido haciéndose carne en él— ¿Y si realmente no se diera maña para nada?—Volvió a decirse.  Carlos dejó un momento de acomodar la ropa en el bolso y se sentó en la cama, mirando las paredes ...

EL ILUCIONISTA — Rolando José Di Lorenzo

El mago Xantón agitó el pañuelo rojo, sacudió la pequeña mesa gritando palabras extrañas y cuando descorrió el velo, vio con ojos desorbitados que nada había sucedido, pero la gente aplaudió igual, habían ido para ser engañados. El público pedía a gritos la repetición y pedían más y más, el los miró incrédulo, sacó de nuevo su pañuelo rojo, lo volvió a sacudir repetidas veces, lo dejó caer y tampoco el pajarito apareció en su mano. Entonces la gente se rompió las manos aplaudiendo. Seguían viendo lo que querían ver. Pensó entonces en hacer su último intento, tomó una tela mucho más grande; también roja, dijo cosas, hizo ademanes y se cubrió con ella por completo y cuando se descubrió, ya no estaba, aunque igual podía escuchar a su público que gritaba y aplaudía a rabiar. Había realizado un acto por fin, quizá su único y último acto.

GORRIONES EN EL BAR

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DISPAROS — Rolando José Di Lorenzo

Cuando Alejo comenzó a caminar hacia el auto, un hombre lo seguía desde la ventana del edificio, paso a paso.  A través de la mira telescópica, lo veía en detalle; su expresión cínica y desagradable ocupaba  todo el visor. No podía aguantar el deseo de apretar el gatillo, las gotas de sudor que corrían desde su frente caían en su mano y sobre todo en el índice, que se afirmaba cada vez más sobre el percutor.  Alejo, se detuvo un momento y miró hacia el edificio que tenía a su derecha, no sabía porque, pero lo hizo y sintió un escalofrió que le recorrió su espalda. Se preocupó y en su cabeza sonó la alarma, no estaba seguro de nada, pero algo estaba mal. Se lanzó hacia la puerta del vehículo haciendo un zigzag incomprensible para los que estaban a su alrededor. Lo miraron como si vieran a un poseído, pero fue por poco tiempo, el guardaespaldas más cercano cayo atravesado  por el primer proyectil, lo mismo sucedió con el que estaba del lado izquierdo de Alejo. Es...

TRUENO — Rolando José Di Lorenzo

La calle, la noche, el frió, el viento, nada le hacía mella, solo faltaba la lluvia. Caminaba seguro hacia el destino correcto, estaba convencido, todo estaba dado y así debería terminar. Andaba cada vez más rápido, solo falta la lluvia pensó. El lugar estaba desierto tal como lo imaginó. Un paredón corroído y casi cubierto de moho maloliente, le sirvió de apoyo a su vencida espalda, levantó la mano derecha donde tenía el revólver, lo miró como se mira a un amigo y comenzó a llover, escenografía completa, las lágrimas y la sangre se disimularían. El trueno encubrió el disparo.

ILUMINADOS — Rolando José Di Lorenzo

Dos muchachos caminaban tomados de la mano detrás de una mujer, alejados para no ser advertidos. Veían algo extraordinario. Era una mujer luminosa, andaba sin necesitar luces exteriores en plena noche. Comenzaron a hacer conjeturas y volar con su imaginación; esa persona generaba luz, y quizá otra energía, seguro que no era humana y aunque no estaban seguros de que fuese peligrosa, no se acercaron. La mujer se dio cuenta de que la seguían, entonces se oscureció desapareciendo ante los ojos atemorizados de los jóvenes enamorados. Luego de un rato, siguieron con sus secretos arrumacos, antes de despedirse hasta el día siguiente. Volvieron a la noche siguiente al su lugar de encuentros amorosos. Todo estaba oscuro y en silencio, cuando de pronto se iluminó ante ellos la mujer, pero no estaba sola y se vieron rodeados por otros seres similares. No sabían que hacer, habían descubierto una comunidad de extraterrestres, pero el terror ahora los hacía temblar. No se podían mover, entonces ...