SIEMPRE IGUAL... (Relato corto)
SIEMPRE
IGUAL
Rolando
José Di Lorenzo
Ya desde
temprano se dio cuenta Roberto, de que ese era uno de “esos días”, que tendría
que dejarlo transcurrir mansamente. No interponerse, porque desde el principio,
no encontró las soluciones para los problemas y si las hubiera encontrado, no
sabía si hubiera tenido la capacidad para ejecutarlas. Porque si una cosa había
aprendido, era que generalmente, sus cosas terminaban mal.
Salió de
su casa sin rumbo y se encontró de casualidad con el Morcilla. Comenzaron a caminar despacio
juntos, les sobrara el tiempo esa tarde. Llegaron a Marechiare, luego de un
rato, como no llegaban los demás de la barra, se cansaron de estar sentados
allí y decidieron ir al cine. Aunque no se acordaban que película pasaban. Los
dos encendieron cigarrillos y Roberto, que había estado inquieto todo el
tiempo, lo tomó del brazo al Morcilla y le dijo:
— Morci, no
te conté….estoy saliendo con una piba, hace una semana.
— ¿No me
digas? — Contestó su amigo con una
expresión de alegría
— Si, es una
chica muy linda, bajita, claro, yo no puedo ni pensar en otra más alta.
— No, seguro porque
andarías colgado…jajaja — La broma típica, al petiso amigo
— Fuera de joda, está muy bien, aunque tiene un
problemita…..cojea — Siguió con el tema Roberto
— ¿Con quién?
— Preguntó sorprendido el Morcilla y con cara de asombro.
—
¡Cojea…..bestia! …cojea — y haciendo el gesto con el cuerpo, de no pisar bien
del lado derecho, terminó: — es coja.
— ¡Haaaa! …renga… — como aclarando la situación largo el Morcilla
— Si….eso…renguita — contestó algo avergonzado Roberto
— Pará, creo que la conozco, digo yo por esos
datos.
— ¿La conoces?
¿De dónde? — Roberto ya asombrado
y preocupado, porque si la conocía éste…
— De los
bailes del Club — Asegurando el Morci el
tema y con cara de canchero — Si, del
Club Santa Marta, el otro club, no ese al que vas vos.
— ¿De los bailes? Y… ¿cómo hace para bailar?
— Baila, loco…no sé cómo hace, digamos que se
las rebusca la petisa.
Roberto no
lo podía creer y pensaba: “¿cómo él no sabía todo eso, como lo sabía la bestia
del Morcilla? ¿Qué carajo pasaba con él que todo le era complicado, rebuscado?”
y se decía a sí mismo: “¿No podía ser que a esta chica solo la hubiera visto él? ¿Qué
hubiera aparecido de un repollo, la mañana del día en que el la
vio? Un repollo, un repollo…. todavía tenía
resabios de la niñez, era un pelotudo total” Siguió pensando.
— ¿Che que te
pasa? — Le dijo el Morcilla — te quedaste colgado, ojo que yo te dije nada malo
de la piba
— No, no, ya
lo sé, pero es que a mi…..Loco, todo me sale para la mierda — Con cara entristecida, Roberto se apoyó en la
pared y bajó la cabeza.
— ¡Pará, no
es para tanto, Che!...Todas las minas van a bailar, no es malo— El Morcilla ya
preocupado por verlo tan mal a su amigo, siguió — Va a bailar, pero se porta bien,
digamos….bueno, yo no sé, porque nunca salí con ella, pero viste…cuando la mina
jode en serio, se sabe….los vagos no se callan.
— Si, te entiendo viejo, pero es que yo quería algo mío, realmente mío.
Por primera vez en mi puta vida, que nadie la conociera, ni pudiera decir algo
de ella.
“Eso era la
cosa” pensaba, “que fuera solo de él, que nadie la hubiera visto antes; que
algo o alguien fuera solo de él una vez. Pero no, todo era otra vez igual,
igual que siempre, que es mucho decir.
No se acordaba, por lo menos de una vez, que se haya ganado algo. Como
decían los viejos, unos nacen con estrella y…..los otros son unos boludos de
primera” No podía dejar de pensar “Eso era él, un estrellado, pero que podía
hacer, ya la cosa estaba planteada así. ¿Sería cierto eso de los astros? ¿Habría nacido en un mal momento
astral?” Seguía pensando y pensando,
olvidándose del amigo, que lo miraba preocupado a su lado “¿Cómo se le había ocurrido a su vieja, parir
aquel martes 13 de Abril?….¡Eso era…el martes 13! ¿Vieja, como mierda vas a
parir un martes 13?”
— Roberto, dale dejate de joder, está todo bien, ya
estás saliendo con la piba, está todo bien — Morcilla ya estaba muy preocupado
y comenzó a mirar hacia los lados, para ver si llegaba algunos de los muchachos
para darle una mano.
— Está bien,
Morci, te repito, como vos decís está todo bien. Es una locura mía, es lo que
me pasa siempre y lo peor, es que no sé si es real, o me lo imagino.
— ¡Noooo, es
real!…..la piba es real, ¿no te dije que yo la conozco? ¿Qué te pasa? — Ya estaba a los gritos Morcilla y lo peor, es
que no se tenía confianza para calmar a su amigo.
— Si, ya lo sé, ella es real, lo que yo digo es
otra cosa….pero, dejémoslo así, ya estoy acostumbrado a todo esto — Cerró Roberto aceptando su rol en esta vida,
su rol de perdedor.
— ¿Y no
íbamos a ir al cine Roberto? ¿Por qué no
seguimos andando? que hace más de media hora que estamos parados aquí.
Pero a él, la cabeza le daba vueltas y
vueltas y se decía a sí mismo: “¡Pobre vieja, que iba ella a saber cuál era el
mejor día para parirlo! Las cosas vienen
como vienen y listo, lo que él tenía que hacer, era entrenarse para enfrentar
una vida de perdedor. Ejercitar el sacrificio, como lo hacen los boxeadores,
entrenarse, para que luego en el
cuadrilátero lo caguen a trompadas”
— ¿Che Roberto, otra vez? ya me estoy cansando
viejo, o seguimos o me voy para casa. Se está haciendo tarde — Morcilla ya
estaba molesto y cansado y hablaba en serio.
— Si tenés razón, mejor si te vas a tu casa y
yo me voy a la mía. Mañana nos encontramos en el bar y salimos, ¿te parece
bien? - Roberto le contestó
interpretando a su amigo.
— Bueno, dale, yo sigo, mañana nos vemos. Fuerza
Roberto y dale con la piba que es bárbara -
Lo alentaba de corazón Morcilla, se alejaba con una sonrisa; mientras
pensaba: “¡Ufff...zafé!”
Roberto
sentía una angustia terrible, estaba destrozado. Allí en la esquina parado,
solo, pensando: “¿Qué haría ahora con la piba?
¿Seguiría viéndola? ¿Le contaría
el Morci a los demás, que él andaba con la renguita bailadora del Club Santa
Marta? ¿Qué opinarían todos luego?”
Llegó a una conclusión: “que no lo cargaran con la mina, con el club, o con lo
del baile, porque se armaría la
gorda. Pensándolo bien, lo mejor sería
no encontrarse con los vagos por unos días, hasta que se olvidaran del tema. Aunque
seguro que estos vagos no se lo olvidarían nunca más”. Comenzó a caminar despacio hacia su casa. Entonces
se dijo con firmeza: “Listo, basta de pensar tonterías y a casa, me doy una
ducha, si es que quedó agua caliente. Como algo, siempre y cuando la vieja, se
hubiera acordado de dejarme algo en la heladera y me meto en la cama y mañana
será otro día” De pronto la lluvia le
cortó los pensamientos — “¡Está lloviendo!” – Se dijo Roberto – “¿De dónde
carajo salió esta lluvia, si estaba lindo? Ahora sí que estoy jodido, tengo
como 10 cuadras hasta casa…y que fuerte se largó…no ves ¡siempre igual, siempre
igual!”
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