AL PARQUE MIGUEL LILLO

EN EL PARQUE
Rolando José Di Lorenzo

Entro y veo los altos y viejos pinos, que asoman sus cabezas buscando el cielo y a sus pies, el brillo de las gotas de rocío, que forma collares de diamantes  sobre el pasto verde, contrastando con el color pardo de la pinocha húmeda.  Camino y escucho los chasquidos sorpresivos, que producen las ramas gastadas al chocarse entre sí; que junto con el canto de los pájaros y los silbidos del viento,  componen una sinfonía de la naturaleza.  Y me embriaga el aroma que emana de los pinos y los eucaliptus, que se multiplica entre los senderos; hasta elaborar con el olor salado y agreste del mar, el perfume de la vida.  Siento  la sombra acogedora y fresca, que resalta el amarillo de un rayito de sol, que ha podido pasar y juega en el piso.  Al viejo sol le gusta bailar y saltar entre ramas y pastos; pero necesita igual que nosotros, de los árboles, de la tierra y del espacio

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