LA MAGIA
LA
MAGIA
Mirando el fuego los vi, bailaban detrás
de las llamas y era una maravilla verlos. Lo hacían casi volando, abrazados y
mirándose, con una sonrisa dulce, sabiendo que se amaban, pero que además,
bailaban como nadie. ¿Estaban detrás de la estufa? No, seguro que no, allí no
cabían. Ginger y Fred, giraban en un
jardín en blanco y negro. Caminaban los senderos, saltaban los canteros
florecidos. Subían y bajaban de los bancos de plaza. La magia estaba con ellos
y conmigo. Estaba en la canción que estaba oyendo: “Dancing in the dark”. Yo,
seguía mirando embelesado las llamas que hacían los leños y a ellos allí, dando
su espectáculo para mí. De pronto volví a la realidad, no sé, si porque el tema
se terminó, o porque otra cosa llamó mi atención. Pero la estufa seguía jugando
con sus llamas. Yo fui el que comencé a recorrer otro sendero. Sabiendo que ese
camino no era simple de transitar. Era como el sendero amarillo de Dorothy, en
“El mago de Oz”, brillante y enmarcado por flores de todos los colores y árboles
detrás de ellas. Solo que éste, tenía oscuros personajes escondidos entre las
flores y monstruos que se descolgaban de las hermosas ramas. La magia desparecía
cuando volvía la realidad. No hay lugar para ella en la verdadera vida. Solo quedaba
la falsa magia de los magos de circo. No
se canta ni se baila por las calles y menos si está lloviendo a cantaros. No se
juega con el paraguas, ni con los pies en los charcos, salpicando policías
bonachones. Ésa era la magia de Hollywood, esa que solo podía ver en el cine, o
en mi estufa. En mis calles, cuando llueve me mojo y si por casualidad, llegara
a encontrar a un policía y lo salpico saltando en un charco, en pocos minutos estaría
en una ambulancia rumbo a un hospital psiquiátrico. Lo único que quedaba era seguir soñando, con la
música, las películas y los libros,
porque solo allí, estaba la magia.
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