CARTA DE DESIDERIO A LEONORA
¡Amada Leonora, amada mía!
¡Cuanto hace que no te escribo!, no sé cómo explicarlo. El
tiempo ha pasado mucho más rápido que lo que hubiese pensado. Las cosas,
tampoco han sido como hubiese querido. Muchos recodos tenia este camino mío y
la mayoría de ellos no estaban señalados y he caído de pozo en pozo y de grieta
en grieta. Pero me gustaría contártelo todo y desde el principio. Me imagino
que te puede parecer largo y tedioso, pero es para mí y creo que también para
vos, es importante que te relate lo sucedido, durante todo este tiempo que
hemos estado separados.
Fue en un lejano pueblo, que lo encontré a Rogelio, te acordaras de nuestro gran amigo de
la juventud, y él, fue el primero que me lo dijo y a pesar de lo que puedas
pensar, lo hizo por el afecto que siente
por nosotros. No podía dar crédito a lo que oía, Nunca hubiera imaginado que te
sintieras tan ofendida y enojada conmigo. No hice las cosas que hice, para
hacerte daño alguno. Todo lo hice y lo hago por vos. Pero como te dije antes,
el camino me resultó muy difícil y tuve que transigir muchas veces y hacer
cosas que no quería, pero que fueron necesarias, quizá para otros y algunas
veces también para mí. Porque yo, tuve
que hacer ese largo camino y andarlo solo y sin conocerlo. Y después, fue María, que también conocés de pequeña, la que
me lo confirmó, cuando estaba lejos muy lejos de allí y de tu lado. Seguía sin
creerlo y sobre todo cuando me contó, que despechada, comenzaste a dejar de
lado nuestro compromiso de amor. Que actuabas y vivías como si me hubieses
olvidado. Y fue ella, mi consuelo en
esos días, con su ternura y sus cuidados. Con su amor, que tuvo siempre por mí,
aunque en secreto. Me hizo sentir tan bien, como hacía mucho no lo sentía. Nos
encontrábamos luego de las duras tareas del día y compartíamos lo poco que
teníamos para comer y beber , incluso la pequeña cama del desvencijado altillo,
que nos prestaban los viejos que nos empleaban.
Fueron días aciagos, no podía olvidar mi amor por vos, aun sabiendo que
me estabas olvidando. María me amaba por sobre todo y me confortaba noche a
noche y yo sin poder de dejar de pensar en vos, me sentía como un traidor. Pero
ella con toda su bondad, me decía que no lo lamente, que uno ama con todas sus
fuerzas, a una persona solo una vez. Que no ocultara mis sentimientos hacia
vos. Fue un ejemplo de mujer, de abnegación, de fidelidad. Hasta que una tarde,
quizá cansada de mis actitudes egoístas y mi desinterés por las cosas que nos
rodeaban, me dejó una simple nota, escrita creo con sus lágrimas, por lo húmedo
que estaba el papel. Aunque esos días no paraba de llover y las goteras caían
sobre lo poquito que teníamos. Y esa dolorosa nota decía simplemente: “No me esperes, no vuelvo” Me llamó la
atención que no la firmara, pero María tenía esas cosas, siempre queriendo
pasar desapercibida, ocultándose de todos. Aunque no de todos, porque Rogelio
la vio, se enamoró perdidamente, me enteré después de algún tiempo, y se fueron
a vivir juntos. Y sentí pena y alegría al mismo tiempo.
Pero a pesar de mi dolor por no tenerte, me puedo considerar
afortunado. Ya no sé si te acordàs de Alice, la hermana menor de María. Aquella
niña bonita que conocimos hace años, se convirtió en una mujer hermosa y los
dioses parece que la tenían reservada, para que acudiera en mi auxilio, en los
momentos duros y dramáticos que estaba viviendo en esos días. Parecía que en
ese lugar lejano e inhóspito, se hubieran reunidos todos nuestros viejos
conocidos. Y fue Alice, esa bella rubia, que me contuvo en mi dolor, me dio de
comer en la boca, cuando me negaba a hacer el esfuerzo de tomar los cubiertos,
queriendo morir por la pena. Ella fue la que me acompañó en las caminatas
nocturnas, por el denso bosque de pinos, que me recomendaron los curanderos de
aquel lugar. También ella fue la me cobijo en las noches de frío, luego de esas
andadas entre árboles oscuros. ¡Y como
me amó!, aun sabiendo que mi corazón estaba roto, hecho pedazos por el dolor de
haberte perdido. Alice, fue la que en
una noche de pasión, me trajo noticias tuyas, que había recibido por intermedio
de su hermana. Entonces fue cuando me enteré que no pudiste casarte con aquel
rico empresario del pueblo. ¡Pobre hombre!, no parecía enfermo la última vez
que lo vi, pero claro, fue hace mucho tiempo y para la gente mayor eso es
terminal. Lloré por vos entonces y a
pesar de mis celos, hubiera preferido que hubieses sido feliz con el viejo
Reynaldo. Pero la vida es así, tiene esas cosas que no podemos comprender.
Te sigo contando mis penurias, mis equivocaciones, mis
dolores. Y solo para que comprendas que
no me fui por diversión, lo hice para volver a vos, con un futuro consolidado y
así ayudar al amor, para poder vivir felices juntos hasta la muerte. Pero los caminos son, como te lo dije antes,
difíciles de transitar. No encontré ningún trabajo ni negocio, que me
garantizara ese futuro que quería ofrecerte. La pobre Alice, se hizo cargo de
mí, tal como lo había hecho su hermana María, tiempo atrás y en más de una
ocasión sentí miedo de que se cansara, también como le había pasado a su
hermana. Comencé a vivir con desconfianza y noté, que se me escapaba la
felicidad. Hasta que, tal como lo había pensado una noche, cuando regresé a la
casita; el nido de amor que había tejido Alice con tanto esmero, encontré la
corta y dramática notita; “Sos una basura,
ni me busques” Así, con tan pocas y duras palabras, daba por terminada esa
relación que me mantuvo con vida, a pesar de mis pesares. Es posible que se hubiera enterado de mis
amoríos con la posadera del camino al Rió Verde, aunque solo fueron dos o tres
veces, obligado por diversas circunstancias, pero esa novedad corrió entre la
gente del pueblo, creándome mala fama y seguro la pobrecita, lo creyó todo y consideró que yo era un
desagradecido. De todas formas, ella sí pudo casarse con un conocido ganadero
de la zona, un viejo millonario, que era el objetivo de todas las chicas. Tuvo merecida suerte, pero me dejo muy mal
parado. Anduve un tiempo, unos días, con el corazón y los bolsillos rotos.Me
fui de ese lugar, siempre andando el camino de regreso, del regreso a mi amor,
de regreso a vos. Aunque me dijeron
amada mía, algo que ni quiero imaginar y que espero sea una equivocación de los
mensajeros. Que vos, mi amor, cansada de la vida que te tocó vivir, te
internaste en un monasterio, en una clausura definitiva. Mi amor, me pregunto y
repregunto: ¿Qué pudo llevarte a hacer algo así? Solo viviré en paz, si me
entero que lo hiciste con el único fin de la oración, para ayudar a salvar las
almas de los que andamos en el camino día a día, tratando de vivir. Ruego al Señor, que no te hayas apurado en
tu decisión, porque yo estoy de regreso, aunque todavía me falta cumplir con el
objetivo de mí peregrinar, consolidar un futuro que nos sirviera a los dos,
como colchón y almohada y nos protegiera de los malos vientos. Pero como te he contado las cosas no me salen
bien, siempre algo me obliga a salir del camino, pero con gran esfuerzo vuelvo,
regreso a él y todo, porque pienso en
vos. Amada mía, sueño con estar juntos,
noche a noche. Espero que cuando pueda llegar, no sea demasiado tarde, porque a
pesar de que olvidaste nuestro compromiso, sigo con la ilusión de tenerte al
fin en mis brazos.
Tuyo por siempre, Desiderio
De: Rolando José Di Lorenzo
De: Rolando José Di Lorenzo
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