METÁFORAS Y METÁFORAS

METÁFORAS  y  METÁFORAS   


    Era una tarde lluviosa y fría, el Morcilla había llegado a la casa del Gordo, anticipándose a los demás, en su casa no tenía nada que hacer y como sus viejos había salido, estaba solo y aburrido.     Ya en la casa de su amigo, mientras esperaban por el resto de los muchachos, que no llegaban, y como estaba parando un poco la lluvia, salieron y casi corrieron hacia el café Marechiare.     Una vez allí y ya en una mesa, pidieron el consabido café y El Gordo, le contó que estaba escribiendo mucho, que tenía la ilusión de poder escribir un libro algún día, entonces le dijo:
 - Para ir matando el tiempo ¿Querés que te lea algo de lo que escribí?  -  estaba un poco avergonzado, pero para que eran los amigos, pensó
 - Dale, total mientras siga lloviendo, los otros no van a venir – Contestó el Morci con cara de aburrido – ¿Y trajiste los papeles acá?
 - Es una hojita sola, ¿que te crees, que ya escribí el libro? – y metiendo la mano en el bolsillo derecho de la campera sacó una hoja de carpeta toda doblada escrita a mano y comenzó a leer:

      “Se aferró a las agujas del reloj, creyendo que así cambiaría su vida, era un gigantesco reloj que encontró disimulado entre las cosas cotidianas.   Tan enorme era que creyó que era el reloj que dominaba al tiempo, o mejor, Él Reloj con que el Señor lo había hecho y que luego de hacerlo, quizá se lo olvidó allí, o lo dejó para que él lo encontrara.  Tiró hacía atrás las agujas con todas sus fuerzas y nada pasó.  Y volvió a sufrir, porque el tiempo no volvió atrás ni un segundo”.

 -¡Anda!…a quien carajo se le ocurre andar tirando de las agujas de un reloj gigante – El Morcilla, ofuscado le gritó al Gordo -  Además: ¿dónde hay un reloj de esos?-
 - No, no, Morci….es un giro poético, una metáfora…. No es real, no existe un reloj de esos – el Gordo le explicaba entusiasmado.
 - Ya lo se gordo, se que en la realidad no hay de esos, pero lo que digo, es que un cuento con esas cosas no te lo lee nadie, no te gastés loco, escribite un policial
 - A ver, espera, escucha esta – Siguió intentando el Gordo:

    “Le dijeron que la cosa no era así, pero él siempre fue cabeza dura, no quiso escuchar y siguió y siguió hasta que se cansó. No pudo más, no le daban más las piernas, los brazos y se rindió, quedó allí tendido, como dormido. Solo sus ojos tristes se movían lentamente buscando un nuevo horizonte, algo que lo hiciera sentirse de nuevo con vida. Pero era difícil ya oscurecía y allí se quedó”.

 - ¿Eso lo decís por mi?  Lo de cabeza dura, o va para el Negro, que es peor que yo, ¡que lo parió!  Es bravo el Negro cuando se le mete algo en la sabiola, no se lo haces cambiar por nada-
 - Mirá quien habla  -  Se ríe el Gordo -  Son iguales en eso –
 - Pero no para tanto, porque eso de seguir hasta que no te dan mas las piernas y quedarte dormido en el piso -  Se calló de golpe, recordando algo el Morci.
 - Aunque una vez, me acuerdo ahora, me pasó algo parecido, para colmo era una tardecita de otoño, bastante fresca y se nos ocurre apostar con Fede a la subida del medano grande, ese bien alto.    Cuando lo hicimos nos pareció fácil, entonces – siguió el Morci: Mira si éramos boludos, apostamos a subirlo corriendo cinco veces, que bravo fue….no llegamos a terminar la cuarta subida y nos quedamos tirados allí, si, igual como vos decís, hecho pelota los dos, nos reíamos, pero cuando aflojamos un poco, casi nos quedamos dormidos y después nos agarro un frío que ni te cuento y se hizo de casi de noche-
 - ¡Viste! ¿Viste como pasan las cosas? – Decía el gordo  -  Pero te repito, igual que con la otra parte que te leí,  esto no es literal, es también una metáfora-
 - Y dale con las metáforas, eso no te lo compra nadie, imaginate el titulo” Metáforas y metáforas”, por Carlitos Mancuzzo, no, no va, perdonáme, pero ni el nombre te va a quedar bien en la tapa.
 -  ¿Mi nombre?  ¿Y como me tendría que llamar?  ¿Charles Man?  La puta che, no estaría mal ¿no?   Charles Man….je, mirá vos -  Eso le había gustado a Carlitos
 - ¡Andá Charles!….leeme otro, dale -  dijo El Morcilla, ya agrandado porque en algo había contribuido con el libro – El Gordo Carlitos siguió:

    “Trotaba por la playa sobre la lengua de agua, sus pies golpeaban fuertemente en ella, levantando frías gotas que llegaban hasta sus rodillas. Un gran esfuerzo pero recompensado, porque se sentía sano, fuerte y todo eso le traía a su memoria, el comienzo espectacular de la película Carrozas de Fuego. Hasta le parecía escuchar a Vangelis con ese magnífico tema. Pero no se puede correr sin mirar y menos él.  No vio el pozo, casi cubierto por el mar y allí cayó”

 - Eso esta lindo Gordo y es mas real…pero pobre tipo le pasan todas, nunca una alegría,  un levante, una mina...nada, dale, dale con otra-
 -  A ver, fijate si te gusta esto – Carlitos estaba entusiasmado y sorprendido a la vez, porque nunca hubiera creído que el Morci, se iba a interesar tanto con sus textos y leyó:

    “Se sentó un momento sobre una piedra del camino, como para descansar un poco, pero sobre todo para pensar en cuales serían sus siguientes pasos. Hacia la derecha o a la izquierda, atrás o adelante, para colmo no se escuchaba nada, hasta los pájaros había dejado de cantar. Seguramente era ideal para un momento de reflexión, pero sobre qué reflexionaría él. Además la piedra en la que estaba sentado tenía unas puntas que ya se le clavaban hondo y le hacían doler. No, no le salía nada, no podía ni pensar”

 - Eso también a mí me pasó -  contestó eufórico el Morci -  Lo de sentarme cansado en una piedra y al rato tenía el culo dormido….ya se, ya se…no digas nada...otra metáfora, ves que no soy tan bestia, dale…seguí-
 - No ya está, por hoy basta, no traje más escrito, otro día seguimos maestro. Una cosa más, por ahora, no les cuentes nada a los demás muchachos
 - Yo tumba viejo – cerró el tema el Morci
    Los dos amigos, se levantaron de las sillas, en la mesa quedaban las tacitas de café vacías. Se encaminaron hacia la barra y cuando estaban pagando,  El patrón, Alberto, les dijo:
 - ¿Que estaban leyendo muchachos, algo nuevo?  Porque si quieren les cuento, yo estoy leyendo un libro divertidísimo que...
 - ¡Sabés que pasa! -  lo cortó rápidamente el Morci - nos  están esperando, otro día nos contas, chau viejo gracias – dijo mientras miraba con complicidad a Carlitos y salían del bar casi corriendo.
 - Si lo dejamos hablar, el viejo es capaz de contarte todo el libro que está leyendo, es buenazo pobre, pero muy plomo -  Siguió el Morci.
    Ya en la calle, donde todo estaba mojado, pero ya había parado de llover.


Rolando José Di Lorenzo

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