¿EN QUE ESTARÁ PENSANDO?

¿EN QUE ESTARÁ PENSANDO?    
    

   Nuestro barrio, tenia un radio de dos manzanas, allí vivíamos todos.   En una de sus esquinas había un baldío grande, con sus alambrados rotos, que servia de punto de reunión, cancha de fútbol, pista de acrobacias para las bicicletas  y sobraban lugares para jugar la bolita o a las figuritas.   Pero por sobre todo, el fútbol, ayudados por varios vecinos habíamos hecho los dos arcos con red y marcado el perímetro, era todo un lujo.  
    A una de las calles que formaban esa esquina, a tres cuadras de allí, se le terminaba el asfalto y se convertía en una calle de tierra que llevaba hasta el río y antes de llegar a él, una gran bajada, especial para hacerla en bici a fondo.            Una gran avenida asfaltada bordeada de lindas casas, llevaba a la costanera, la playa y el mar y cuando estaba la arena mojada, era la mejor pista para las bicicletas, que después lo fue para las motos y más tarde para los autos.      
   Salí de casa temprano, era sábado y el sol ya estaba a pleno, estaba terminando el verano, se acercaba el comienzo de las clases.      Corría el año 1960 y casi todos empezábamos el segundo año, como es costumbre, lo primero que hice fue mirar hacia la esquina de la canchita, que quedaba a cuadra y media de mi casa y allí, apoyado sobre un palo que sostenía el alambrado estaba el Morcilla, solo, quietito, parecía metido en algo muy suyo.      “¿En que estará pensando el Morcilla?” Me dije y lo primero que se me cruzó, fue el problema que sabia que tenia en su casa, lo sabia porque él me lo había contado, sus padres eran muy exigentes, él era el menor de los hijos de los Pérez, su hermano Ovidio, era cinco años mayor y ya se las arreglaba por su cuenta.    Cuidado al máximo, pero muy presionado, el pobre siempre trataba de no equivocarse, se tenía que cuidar la ropa, no ensuciarla y mucho menos romperla, los zapatos, los útiles, la bicicleta, lo tenían acosado.             
   Era un poco descuidado y bruto, pensándolo bien, los viejos no se equivocaban mucho, pero igual me parecía demasiado, además se notaba que él estaba mal con eso, pobre Morcilla lo sufría.    Para mí, que esa mañana habría tenido alguna discusión en la casa y se había ido temprano y allí estaba solo y seguramente esperándonos.
   Cuando salía caminando hacia la canchita, me gritó el Negro Ferretti, que también iba para el mismo lado, me detuve y lo espere, en eso el Negro mirando hacia la esquina me dice:
- ¿Che, aquel no es el Morcilla?  Se levanto temprano – y siguió con su reflexión – ¿que le pasara? ¿En que estará pensando?
-  ¿Y a veces nos pasa a todos no? Algún problema tendrá -  le respondí
-  Si, me imagino que es lo que lo tiene mal- me dijo- seguro que es lo de la materia y el comienzo de las clases, porque ayer salio mal en Matemáticas y se la lleva previa
-  No lo sabía – le dije – si eso es jodido, sobre todo para decirle a los viejos, que son bravos
   Me lo imagine a la salida del colegio con el bochazo encima, caminando hacia la casa, buscando alguna justificación, alguna explicación.    Se había quedado en tres para marzo, yo sabia que las otras dos las había aprobado, pero no sabía, que ayer había dado la tercera y había perdido, capaz que los viejos lo habían sentenciado y le prohibirían las salidas o algo así.            Mientras pensaba yo en esto, escucho que el Negro me dice:
- Para que allí viene el Gordo Mancuzzo
El gordo venia tranquilo, cantando, con cara de contento, justo cuando estaba llegando a donde estábamos nosotros y luego del saludo, lo vio también al Morcilla y dijo:
- ¿Se cayo de la cama aquel no?  - Indicando con una levantada de cabeza hacia la esquina – ¿Qué le pasará?  - Nos miro con una expresión de importante y largó:
 - Me imagino lo que le pasa, ¿vieron que anda metido con la flaca de la panadería, la que atiende el mostrador, que vive en el departamento de arriba del negocio?
- Si, que esta rebuena la mina, soltó el Negro – ¿y eso que tiene que ver?
- Tiene – siguió el gordo –De pura casualidad me enteré ayer a la tarde, que la flaca esta remetida con un tipo grande, un viajante, que le vende al panadero la harina y anda con él
-  Pobre Morcilla, eso si que es jodido  - me adelanté diciendo.
Cuando estábamos en esto, nos sorprendió Alfredito, que venía del mismo lado de donde estaba el pensativo, saludo con cara de preocupado y continúo:
-  Recién pase por la vereda de enfrente de donde esta el Morcilla, le iba a hacer una joda, pero ni me vio – Dijo con cara de intrigado
-  Si, todos estamos en eso – salto Carlitos  -  ¿En que estará pensando?
-  Para, que yo sé lo que le pasa – corto con gesto de importancia Alfredito
Todos lo miramos en silencio y con caras expectantes y al unísono lo apuramos con el tema
 - Ayer me contó el flaco Donazo, el que anda en el reparto de vinos con el viejo, que le apareció un medio hermano al Morcilla
-  ¿Como y el otro medio donde esta? – Largó con cara de gracioso Carlitos
-  No, no jodan con esto que es grave, parece que se armó un quilombo bárbaro en la casa, los viejos se quieren separar y todo
 - A bueno, eso si que es jodido, pobre tipo – dije con toda la preocupación del mundo
Entonces todos comenzamos a caminar hacia donde estaba el pobre desgraciado, en esos momentos el más castigado por esta vida de mierda. “Siempre le toca a alguno la mala” pensaba, como estábamos a una cuadra y media, llegamos enseguida, en realidad no sabíamos que cara poner, ni que decir
 - Hola Morci – saludo el Negro
 - Hola – casi grito, sorprendido, como saliendo de un sueño – ¿Como andan?
   El saludo había sido el habitual, no se le notaba en la cara nada raro, solo un auricular en la oreja derecha, precisamente el costado que no veíamos desde mi casa, del que salía un cable que se metía en el bolsillo derecho de su pantalón.
-  Que te pasa loco, te vemos mal, solo, distraído –  Se adelanto el Negro
 - ¡Nada Che!  Pasa, que mi hermano Ovidio, me presto un pasacasetes portátil, lo tengo en el bolsillo por miedo de que se me caiga y estaba escuchando unos temas que grabó él mismo. Está buenísimo, ¿Por qué? ¿Que pasa?
-  ¡Haaa!   No, nada, nada.

   Nos miramos todos y al mismo tiempo, empezamos  a reírnos como locos, seguramente iba a ser un buen sábado.
De: Rolando José Di Lorenzo

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