MARINERO Y PESCADOR— Rolando José Di Lorenzo

MARINERO Y PESCADOR— Rolando José Di Lorenzo

Un hombre pegado al pasado, así era Remigio, hasta su nombre era antiguo y fuera de uso, sus padres lo habían signado desde el inicio. El, lo llevaba como una carga y que solo por el inmenso amor que había tenido por ellos, lo perdonaba.  El tiempo igual había pasado y el ya no era un chico, era un hombre grande, que estaba solo y soñaba con un pasado que había sido mejor.  Pero sabía que solo era un juego, una tramoya que le hacía el tiempo; le proponía creer que todo lo vivido en la juventud había sido maravilloso, inigualable, indescriptible. De tanto jugar  ese juego un día terminó por aceptarlo, por tomarlo por cierto y creer en aquellas lejanas aventuras, que solo había sido esbozos de éxitos envidiables, o simplemente engaños, como los  oasis del desierto.  Perdía el tiempo que ya no tenia, recordando y confundiendo hechos  y fantasías, o personas y fantasmas. En el momento de vivir, había dejado pasar muchas oportunidades, por mirar hacia adentro o hacia atrás y ya era tarde.
Una mañana salió temprano de su casa y camino hacia el centro; ya estaba cansado, las cuatro horas de sueño de la noche, lo dejaban peor que antes de acostarse. No dormía bien, o mejor dicho casi nada y cada día se sentía peor, estaba enfermo.  En estas cavilaciones se encontró de pronto en la puerta del bar, donde desayunaba algunas veces en la semana; no dudó en entrar, anduvo un corto trecho hasta la mesa habitual y vio en ella sentada a una mujer.  Extraño le pareció, ese lugar siempre estaba desocupado, pero sobre todo porque una mujer sola, no elegiría ese bar  viejo y destartalado.  Se detuvo frente a ella y quedó deslumbrado por su belleza, era una mujer mayor, tendría su edad, pero las facciones perfectas aun permanecían detrás de sus dignas arrugas. Bien vestida, no como las chicas, sino como debía ser, propio de una mujer de su edad.
—Buenos días señora—saludó amablemente, con su habitual sonrisa gardeliana. La mujer levantó la cabeza y los ojos profundamente oscuros lo atravesaron y también con un gesto de amabilidad, respondió a su saludo
—Nunca la vi por aquí—dijo emocionado Remigio—y me quedé sorprendido por su belleza, disculpe mi osadía al decirlo, pero su imagen ha rescatado en mi toda la audacia olvidada.
—No me puede molestar semejante elogio—respondió la mujer manteniendo su sonrisa—Pero, ¿porque no toma asiento? esta es su mesa y la silla que tiene delante, es la que usa siempre.    Remigio, asombrado y hasta sonrojado, corrió suavemente la silla y tomó asiento, quedaron entonces frente a frente y por unos instantes, mirada a mirada se conocieron, era algo extraño, un rayo helado lo atravesó de pies a cabeza. Esa mujer lo conocía, lo sentía muy adentro, pero estaba seguro, al mismo tiempo, que nunca la había visto.
— ¿Puede ser que nos conozcamos de algún otro lado?—Dijo él abrumado—Soy Remigio López, marinero y pescador—Tendiéndole su dura mano. La mujer le tomo la mano al tiempo que le decía su nombre: Elisa.  Por unos instantes mientras le sostuvo la mano, varias imágenes estallaron en su mente y el rostro de Elisa estaba en ellas, en  momentos de un pasado muy


lejano, tanto que  no parecía el suyo. Brillaba en ellos su sonrisa, y sus ojos, ocupaban los espacios desconocidos. Cuando ella soltó su mano, Remigio volvió a la realidad, pero sabiendo que algo extraño pasaba. Entonces escuchó la voz de la mujer que decía:
—Marinero y pescador, que bella forma de presentarse Remigio, me hubiese gustado der marinero. Un marinero como Ud., con mucho mar recorrido y cubierto de sencillez y honestidad. Aunque  fueron solo sueños,  yo tampoco pude ser otra cosa que lo que soy.
—Yo revivo mi pasado a diario y nunca Ud. apareció en mis recuerdos, pero ahora sé que la conozco, estuvo allí hace mucho y me angustia decirle que no sé cuándo—Los ojos del hombre brillaban de emoción y un imperceptible temblor mostraba su labio inferior
—Por Dios, no se angustie, yo vengo de un lugar muy distante y muy lejano, no puede recordarme
— ¿Acaso es Ud. de otra vida? Porque siempre sospeché que en algún momento he sido otro, que he tenido otro aspecto, otra fortuna y no este pobre tipo, olvidado del mundo—Bajó la cabeza y buscó su mano con la suya, ella se la apretó suavemente

—Remigio, siempre fuiste. marinero y pescador, en este y en otros tiempos. El destino lo ha querido así y eso no es para cualquiera, has sido un elegido y lo has llevado con sacrificio y dignidad. Pero ha llegado el tiempo de volver, el tiempo del descanso, el del final. Por eso vine.

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