LAS CALLES DE ALMA
LAS CALLES DE ALMA
Rolando
José Di Lorenzo – Editado en EL MARTILLO DE JOSÉ
Dante era un
hombre muy especial, era muy viejo, alto y flaco y su cabeza estaba cubierta
por un cabello blanco y largo, igual que la barba de su rostro. Caminaba distinto a los demás viejos,
incluso a los más jóvenes, tenía ritmo, apoyaba levemente los pies al hacerlo,
sus pasos eran lo más parecido a una danza.
Andaba solo, así también comía y bebía.
Vivía solo, ese era su lugar, ese era su pueblo, allí había nacido y
allí moriría seguramente. Conocía de
memoria cada calle, sabía de los colores y los olores, de todas las estaciones
del año, había ido allí a la escuela,
había aprendido a ser carpintero y con eso se había ganado la vida.
Una vida que ahora tenía tiempo de recordar y analizar en
todos los momentos de sus días. Ahora
le sobraba el tiempo. Era un hombre
agradecido.
Muy pocos lo
conocían en el pueblo, solo los mas viejos, dos o tres aferrados a la vida como
él. Entre ellos, estaba Alma, una
encantadora viejita, pequeña, con grandes ojos azules y vivaces, todo en ella
indicaba que debería haber sido muy hermosa. Ella no estaba sola, vivía en un hogar
para ancianos muy lindo y alegre, donde no parecía, que los que lo habitaban,
estuvieran pasando los últimos días de sus vidas.
También vivía en
el pueblo: Marino, un hombre grande, alto y gordo, que caminaba lenta y
pesadamente, tenia unos brazos enormes, que daban la impresión de haber sido un
boxeador de peso pesado en sus años jóvenes.
El pueblo era chico y para las personas que no tenían nada que hacer y
lo caminaban todo el día, era inevitable que se encontraran a diario.
Eso pasaba con estos dos
sobrevivientes, generalmente los dos hombres se saludaban con mucho respeto, pero
era evidente que entre ellos no había ninguna relación amistosa.
Al hogar donde
residía Alma, iba casi todos los días la hija de otra anciana y como la pobre
mujer ni siquiera reconocía a su hija, ésta conversaba mucho con Alma. Ana, que así se llamaba la joven, le
preguntaba a menudo por los viejos tiempos, intrigada por dos o tres
comentarios que se le habían escapado a la mujer, tanto fue así, que Alma le
comenzó a contar su historia
— ¿Tan pequeña comenzó a bailar? ¿Le gustaba a Ud. o a su
mamá el baile?
— A las dos, primero le debe haber gustado a ella – Le
respondió la mujer –
Pero era imposible que la pobre pudiera bailar con ese
enorme cuerpo
— ¿Y siguió la carrera de la danza? Dijo la joven, tomando el té de la tarde
— Estudié unos pocos años, porque luego todo cambio y nos
quedamos en la ruina- Contaba la anciana con los ojos entrecerrados, viendo el
pasado –Mi padre, se fue, nos abandono de un momento a otro y yo era una adolescente. La charla siguió esa tarde un rato más y se
prometieron retomarla, en cuanto se volvieran a ver.
Dante, tenía sus
rutinas, salía temprano a la mañana, caminaba hacia el centro y una vez allí,
se ubicaba en una mesita pequeña que tenia el bar “Los Amigos” afuera, cuando
el tiempo era bueno y cuando le tocaba adentro, también tenia su lugar, bien lejos
de la puerta, al fondo.
Allí desayunaba con
café con leche y mas tarde cerca del mediodía, un sándwich de milanesa con un vaso
de cerveza, casi siempre lo mismo, no podía salirse del presupuesto, para esto
y el alquiler de su pieza en la pensión, le alcanzaba su jubilación. Contaba como ayuda la gentileza del dueño
del bar, que le hacia precio especial y de la dueña de la pensión, que lo
esperaba lo necesario y muchas veces le perdonaba la falta de pago. Era un tipo bien recibido en todos lados, muy
correcto y con una sonrisa encantadora, que le iluminaba la cara cuando
aparecía.
En cambio Marino,
estaba en buena situación económica, había ganado buena plata en su juventud y
había sabido aprovecharla, era dueño de su casa y de una camioneta, con la que
recorría casi a diario el pueblo, por el solo gusto de hacerlo. Vivía solo, no se había casado y no había
tenido hijos, era en realidad un viejo amargado y resentido, según él mismo
decía “La vida no había sido buena con
él” “Otros, siempre habían tenido más suerte” “Yo di todo y no me
correspondieron” Esas eran sus frases,
cuando conversaba con alguien, a tal extremo era así, que cansaba a la gente y
en lo posible lo evitaban.
Alma, al día
siguiente, continuaba con su cuento a Ana, que le preguntaba interesada
— así, como seguramente te ha pasado a vos.
— ¿Enamorarme?...Si, si, una vez me enamore –contestó
sonriendo con una dulzura que emociono a Ana
—Era hermoso, un bailarín como yo, claro que no trabaja de
eso, no, era carpintero, pero por dentro era bailarín.
— No, no casé con él, bueno, en realidad no me casé nunca –
y esto lo dijo con cierta tristeza.
— Si, conviví con otro hombre, durante un largo período, tanto
como para darme cuenta de que había perdido el tiempo, ese tiempo hermoso que
nunca volvió, que se me escapó de las manos, como la arena entre los dedos.
— ¿Qué me atrapó de él? Su fortaleza, su espíritu ganador,
su impulso arrollador, esas cosas y otras que luego pasan. Que en realidad son
efímeras, pero él tenía todo lo que a mí me faltaba, me maravilló
Esa mañana, que
parecía igual a todas, resultó que no lo fue, cuando Dante llagaba al bar, vio
que bajaba de la camioneta Marino y miraba hacia adentro por la vidriera como
buscando a alguien
— Hola amigo –le dijo Dante sorprendiendo a Marino
— A vos te buscaba, ¿como te diste cuenta? –le contesto
mirándolo con desconfianza, como era habitual en él
— ¿Y quién te dijo que lo sabia? Pero como te vi mirando
hacia adentro lo imaginé – respondió el viejo con su mejor sonrisa
— Imaginé, imaginé, siempre fuiste imaginativo…y sonriente
¿no?- Le dijo Marino con cierta bronca en su tono.
Dante lo miró, con lastima, y le dijo suavemente
— Siempre fuiste enemigo de mi imaginación y de mi sonrisa,
a pesar de que eso fue lo único que tuve – al tiempo que lo tomaba del brazo y
lo hacía entrar al bar y juntos caminaron hacia su lugar, allá en el fondo.
Alma, seguía
contándole a Ana sus vivencias, le tomó las manos y le dijo
— Si esto llega a tiempo, no hagas lo que yo hice – una
sonrisa dulce contrastaba con su mirada azul, que era profunda y triste.
— ¿Qué hice luego de darme cuenta de mi error? Nada y no me
preguntes porque, quizá porque en esos tiempos comenzábamos a ser libres, pero
aún nos ataban muchas cosas a las costumbres del pasado.
— Viví con él, pensando en el otro, soñando con otro amor y
tampoco eso fue justo, porque se portó bien conmigo, me dio todo lo que me pudo
dar.
— Cuando me separe, lloré mucho, por mí, por él, por los
tres. Porque nada salio bien, todos sufrimos, todos nos dañamos y para siempre.
Ana la miraba con
tristeza y pensaba en su vida, en lo que había hecho con ella, en lo que no
quería que le pasara. Pero a ella
también el camino se le terminaba como a Alma. Que seguía hablando, como contándose a si
misma lo que había vivido, quizá como si fuera un relato nuevo.
— Él era tierra y el otro aire, él era agua y el otro fuego,
él era fuerza y golpe y el otro la danza.
Al mismo tiempo, dentro
del bar, también el pasado había invadido de pronto a los dos viejos sentados
con un café de por medio.
— Hay cosas dentro de mí, que me hacen mal, Dante- Dijo
Marino con una voz cansada y triste.- Que sentí de pronto que tenía que
decírtelas-
— Cosas que vivimos al mismo tiempo, cosas que nos hicieron
rivalizar, que nos hicieron odiar, que nos persiguen hasta hoy.- dijo casi
golpeando la mesa con sus manotas pesadas y gordas.
—Vos Marino, rivalizaste conmigo, vos me odiaste y a vos te
persiguen, yo viví todo de otra forma. – Le decía calmado Dante, mientras
acomodaba las tazas que casi había tirado el otro
— Viví todo ese tiempo desde afuera, mi amigo- siguió
diciendo
— ¿Desde afuera? Ella pensaba en vos todo el tiempo, solo me
faltaba oírla decir tu nombre, ella soñaba con tu amor Dante y lo sabes bien –
Con furia Marino apretaba entre sus manos el borde de la mesa, casi
levantándola.
— ¿Si?... Pero vos la tuviste…Ella nunca fue mía, no la
comprendí pero la acepté, porque la amaba.
La amaba tanto como vos, pero lo aguanté, me aferré a soportes que no
existían, no se lo dije a nadie, ni nadie se lo imagino, así viví y así vivo-
Dante tenia los ojos enrojecidos y también se crisparon sus manos sobre la tacita
de café, hasta que se dio cuenta y aflojó la tensión poco a poco, luego
apareció en su rostro la calma.
— Yo fui el desgraciado, Dante. La amaba y ella a mi no, le
di todo y no me correspondió, hasta que un día, así como así, desapareció, fue
como si se hubiese evaporado, porque no me dejó nada, mucho tiempo a su lado y
cuando se fue, no tenia nada de ella.
Tanto me ignoró, aun estando en mis brazos, que cuando se fue me quede
vacío, sin nada. –
Las palabras de
Marino, eran pesadas, como negros nubarrones que oscurecían cualquier cielo y
eso lo sentía Dante en ese momento. El
pobre había sufrido tanto, tanto como él.
Eran hermanos en el sufrimiento, Hermanos en el amor de una mujer. De la
misma mujer.
Alma al mismo
tiempo le decía a Ana:
— Y me quedé sin la tierra y sin el aire, sin la fuerza y
sin la danza.
— ¿Cómo lo superé?
¿Y quien dijo que lo superé?
Luego de 40 años, cuando salgo de aquí, camino por las calles que se que
no los encontraré, ando por los lugares que se, que ellos no andarán.
— ¿Qué cómo lo sé? Porque los dos
respetan mis calles, querida
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