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Mostrando las entradas de julio, 2014

SIN SABER PORQUE

Sin saber porque Rolando José Di Lorenzo     Matar al viejo, sería la solución para poder irse rápidamente de allí, sin que nadie supiera su paradero, pero igualmente le costaba.  ¿”Porque tengo que tenerle lastima a semejante criminal?  Él no le tuvo compasión a nadie, por eso era buscado por toda la policía” pensó Saverio.  Aunque solo le faltaba saber si había sido el asesino de su  padre;  alguien le había contado una vieja historia que se había transformado un una obseción.  “A pesar de estar debilitado y moribundo, no va a confesar así nomás su culpa” continuó pensando.  Tenía que irse ya si quería salvarse. Pero lo venció la duda y antes de salir, se agachó ante el viejo y acercándole la boca al oído la preguntó: — ¿Vos mataste a Sofanor Mendieta? — El viejo, sin moverse se alertó y se dio cuenta, que esa pregunta era una excusa para deshacerse de él.  Le hizo una seña, indicándole que se acercara más aún y cuando l...

PARQUE MIGUEL LILLO

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AL PARQUE MIGUEL LILLO

EN EL PARQUE Rolando José Di Lorenzo Entro y veo los altos y viejos pinos, que asoman sus cabezas buscando el cielo y a sus pies, el brillo de las gotas de rocío, que forma collares de diamantes  sobre el pasto verde, contrastando con el color pardo de la pinocha húmeda.  Camino y escucho los chasquidos sorpresivos, que producen las ramas gastadas al chocarse entre sí; que junto con el canto de los pájaros y los silbidos del viento,  componen una sinfonía de la naturaleza.  Y me embriaga el aroma que emana de los pinos y los eucaliptus, que se multiplica entre los senderos; hasta elaborar con el olor salado y agreste del mar, el perfume de la vida.  Siento  la sombra acogedora y fresca, que resalta el amarillo de un rayito de sol, que ha podido pasar y juega en el piso.  Al viejo sol le gusta bailar y saltar entre ramas y pastos; pero necesita igual que nosotros, de los árboles, de la tierra y del espacio

A TU LADO

A TU LADO Rolando José Di Lorenzo. A las nueve, a las doce y a las diecinueve Esperas y visitas, momentos a solas Rutinas afectivas y sanadoras De hoy, o  del pasado Que fue ayer, o antes, o siempre A las nueve, a las doce y a las diecinueve Y allí mirarte y mirarnos Contarnos la vida día a día Y Tus bromas a la muerte y Tus mil formas de extrañar. A las nueve, a las doce y a las diecinueve Sintiendo  tu brumoso horizonte. Presente como un soldado, Sufriendo tú derrota a tu lado. El tiempo siempre gana sus batallas A las nueve, a las doce y a las diecinueve Los momentos  ya son largos y vacíos.  Deberé  crear  nuevas rutinas Afectivas y sanadoras, porque, Ahora soy  yo el que  te extraña

TREINTA DIÁS

Treinta días . Treinta días, solo treinta, sin verte ni oírte. Más ¿Cómo sabré cuanto son treinta días?, si no te pregunto. Vos,  vivías añorando y extrañando  y sabias del peso de los días. Sentías en tus huesos, el valor de las horas vacías que se alargan Y sabias del tiempo que pasa y no pasa, que juega y engaña Y decías y  repetías, preguntado ¿para qué, para que tanto? Y el tiempo siguió andando y vos con él, a su saga y antojo Unos días bien y otros a regañadientes y así aprendiste. A quedarte y esperar, por solo esperar. Te gastaron los años hasta no dejarte casi nada y luego de sufrir a diario, levantabas los ojos cansados y una sonrisa triste inventaban tus labios  y con ella me confortabas, como antes. Treinta días, sin verte ni oírte, solo treinta. Rolando José Di Lorenzo

HERMOSA BUENOS AIRES -

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SIEMPRE IGUAL... (Relato corto)

SIEMPRE IGUAL Rolando José Di Lorenzo       Ya desde temprano se dio cuenta Roberto, de que ese era uno de “esos días”, que tendría que dejarlo transcurrir mansamente. No interponerse, porque desde el principio, no encontró las soluciones para los problemas y si las hubiera encontrado, no sabía si hubiera tenido la capacidad para ejecutarlas. Porque si una cosa había aprendido, era que generalmente, sus cosas terminaban mal.     Salió de su casa sin rumbo y se encontró de casualidad con el  Morcilla. Comenzaron a caminar despacio juntos, les sobrara el tiempo esa tarde. Llegaron a Marechiare, luego de un rato, como no llegaban los demás de la barra, se cansaron de estar sentados allí y decidieron ir al cine. Aunque no se acordaban que película pasaban. Los dos encendieron cigarrillos y Roberto, que había estado inquieto todo el tiempo, lo tomó del brazo al Morcilla y le dijo:  — Morci, no te conté….estoy saliendo con una piba,...

HERMOSA BUENOS AIRES

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