El viejo chupete

Aquel viejo y querido chupete, que nos acompaño en tantos momentos de ansiedad, frustración, dolor, de los primeros tiempos de nuestra existencia, nos ha seguido haciendo falta, día tras día y año tras año, no hemos podido superar los momentos difíciles sin su valiosa ayuda.
Cuando llegó el tiempo y nuestros padres, aconsejados o no, decidieron que ya teníamos la edad suficiente como para bancarnos la vida sin el chupete, nos lo arrancaron de la boca y nos dejaron asombrados y anhelantes, indecisos, temerosos y con el problema encima de que hacer ahora para enfrentar los momentos duros, solos, sin ayuda, entonces nos dimos cuenta que había otras cosas para tocar, acariciar, abrazar y le encontramos otra función al amigo osito de peluche, o a la rana de látex que nos acompañaba en la bañera, o el almohadón de raso, o el borde la mantita de la abuela y ya con una de las duras experiencias de la vida temprana, nos fuimos acomodando a la novedad y pudimos hacer frente a nuestros primeros problemas.
Como no figura en ningún libro de educación infantil de fácil alcance, datos sobre la perniciosa relación que podemos tener con el osito o la rana, lo dejaron pasar y entonces nos duró mas tiempo, no se determinaba en ningún lado a que edad se debía dejar ese nuevo apoyo, por suerte nos duró mucho mas tiempo y entonces fuimos nosotros que por vergüenza, nos dimos cuenta de que a los 5 años, seguir abrazado a la vieja rana no quedaba bien, Laurita y Fran, no demostraban necesitar apoyo alguno, entonces con mucho dolor la dejamos de lado, total nadie nos iba a quitar el almohadón o la cobijita a la noche, que era el momento mas difícil, porque no nos veían y abrazados al compañero que nos quedaba, enfrentábamos a los monstruos de la oscuridad de nuestra habitación y a los temores que nos habían quedado del día pasado y podíamos pensar en que hacer mañana en la salita de 5 del jardín con mas tranquilidad.
Pasó el tiempo y nos encontramos de golpe sin ninguno de aquellos amigos que nos hacían bien en los momentos de angustia, que nos apoyaban en las noches que ya no eran un problema por su oscuridad, sino por nuestras necesidades, proyectos, esperanzas y temores, si, temores, porque no nos abandonaron, siguen a nuestro lado y eso que ahora tenemos amigos confidentes, sacerdotes para confesarnos, analistas para seguirnos y acompañarnos a lo largo del camino viejo y nuevo, novias o esposas comprensivas, madres que nos siguen cuidando, igual estamos tambaleantes y un poco rengos, todavía nos queda por probar la eficacia como apoyo de los fideos, la pizza, los fiambres, el cigarrillo, el trago…
Pero al final del día, cuando nos quedamos solos, en un rinconcito y en total silencio, en la oscuridad que ya no es atemorizante y ante la venida de los enemigos, todavía podemos tener el apoyo incondicional del borde razado de la cobija, o la suave y confortable almohada que con solo una caricia que le hacemos, nos conforta, nos acompaña y eso si, en un acuerdo de total secreto, una intima relación que nadie sabrá nunca y será quizá el único secreto que nos llevaremos con nosotros.


16/08/2007

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