Agosto

El cielo estaba de color gris claro, se había levantado una tenue neblina que estaba allí desde el amanecer y no hacía mucho frío, el viento del oeste se hacía notar y movía las claras nubes hacia el mar. El mar, siempre allí, pero siempre distinto, cambiante, esta mañana estaba de color verde agrisado y mas allá de la rompiente suave de apenas tres filas de olas pequeñas, comenzaba a aplanarse hasta casi confundirse con el cielo allá en el fondo, allá en el horizonte, puerta de todos los sueños.

El sol no podía, a pesar de sus esfuerzos, filtrar sus rayos, detrás de una espesa capa gris, solo aclaraba el pedacito de cielo que tenía permitido y la arena, muy oscura, mojada, estaba casi desierta, muy lejos se veía venir de las proximidades del viejo muelle de los pescadores un caminante solitario, nadie cerca, el solo andando con sus sueños y recuerdos o quizá con sus problemas, mas cerca, hacía la escollera, otro solitario pescaba al lado de su jeep, muy cerca de la lengua de agua, ellos y yo éramos en esos momentos los únicos habitantes de la playa. La arena mostraba restos de nocturnos encuentros, botellas de vino y de cerveza, algunas de ellas ya eran solo vidrios rotos, plásticos de gaseosas y de yogures aplastados y amontonados por el mar y los vientos, era una lástima ver así la playa, deshabitada y sucia, pero es invierno y solo algunos, muy pocos la transitan, por eso será que nadie la cuida ni la limpia, ni siquiera yo.

Estuve allí un rato, pero no mucho, no tenía tantas ganas de caminar la playa hoy, di la vuelta y emprendí el regreso al centro, en poco mas de media hora estaría en casa.

09/08/06

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